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29 marzo 2018

¿Qué Ley de Estadística debe darse la democracia?

Una reparación impostergable

La Democracia merece su ley de Estadística, después de más de 50 años transcurridos bajo la matriz acuñada por la dictadura, en 1968.
La democracia y la estadística son interdependientes y el desarrollo de cada una está sujeto al destino de la otra. La estadística pública solamente prospera en un clima democrático, abierto y tolerante. Pero la democracia tampoco se consuma si sufre la carencia estadística, que le impide conocerse y poner en práctica los modos razonables de argumentación que le son propios, sostenidos en la fuerza de la evidencia de los hechos más que en la enjundia de la elocuencia retórica.
“Sin información veraz y confiable los sistemas democráticos palidecen.”, dijo Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, con ocasión de la quinta reunión de la Conferencia Estadística de las Américas.
Las estadísticas desempeñan un rol significativo en la gobernabilidad ya que proveen datos clave para evaluar la rendición de cuentas y la transparencia de las decisiones públicas. Su perfeccionamiento es esencial para el buen funcionamiento de los sistemas democráticos.
La participación y el consenso deben ser los ejes institucionales del sistema estadístico. Para ello, los contenidos seleccionados deben ser relevantes para la sociedad, en cada momento histórico y tienen que servir para guiar la marcha común hacia un futuro superador de injusticias y desigualdades.

Prioridades y datos

En este momento la reducción de la pobreza es una prioridad absoluta en nuestra sociedad. Es de un orden moral sagrado terminar con urgencia con las formas espantosas de miseria que se encuentran a lo largo y lo ancho de nuestro país. Hay que rescatar a los niños de las garras del hambre, de las plagas endémicas, de una educación tan enclenque como los mismos párvulos.
Para hacerlo eficazmente se necesitan datos. Saber cuántas son las victimas del atroz flagelo de la marginación, cómo son las condiciones en que se manifiesta la indigencia y dónde se encuentra tanta desdicha.
Por otro lado, en este dualismo contradictorio, también es preciso conocer los recursos disponibles, la riqueza y los medios que se pueden movilizar. Porque la desigualdad no surge solamente de la presencia de los pobres. Hay desigualdad porque algunos, felizmente muchos, no son pobres. Y deben ser solidarios, a través de un Estado activo, responsable y transparente.
Un estado democrático debe describir claramente la situación, para explicar sus planes y demostrar los efectos de sus acciones. El sistema estadístico está, en consecuencia, en la primera línea de esta batalla, que debe librarse sin descanso y sin deserciones. El censista es el primero en llegar a muchos lugares necesitados del país. El avanza “en descubierta”, contando y registrando. Esas cuentas son el principio de cualquier estrategia de acción social integral.

Valor de la información

La información estadística es parte del patrimonio nacional, como la red de carreteras. Su valor es asimilable a las reservas de oro del país. Está formado por el aporte de todos los que contribuyen con su saber, a formar el gran fondo de conocimiento colectivo que permite tomar acciones mejor justificadas.
La estadística es una herramienta fundamental para apoyar la gestión pública basada en resultados. La información estadística sirve de apoyo a la gestión de las políticas públicas en todas sus etapas: desde la detección de las necesidades, el diseño, monitoreo y ejecución de las políticas, hasta la evaluación de sus resultados.
La democracia, con un sistema estadístico organizado, moderno y orientado a la demanda, puede alcanzar una alta efectividad en la prosecución de objetivos como los del Milenio y aventar la nostalgia por la presunta eficiencia de los modelos autoritarios, que descalifican el debate y el consenso, en aras del oportunismo y la rapidez fundamentalista.
Las estadísticas públicas de calidad, relevantes y oportunas contribuyen al bienestar social a partir de su impacto en la eficacia y eficiencia de las políticas públicas en todos los ámbitos. En definitiva, un sector público más eficaz y eficiente puede maximizar su aporte a la solución de los problemas de los ciudadanos y dar mayor solidez al funcionamiento democrático.

Organización del sistema estadístico

La organización del sistema estadístico debe expresar un fuerte compromiso democrático, que enfatice la participación y el consenso. Que se oriente a la demanda y tenga un fuerte perfil profesional.
La alta sensibilidad necesaria para reconocer el orden de prioridad de las demandas de los usuarios, requiere el funcionamiento de órganos de intercambio, evaluación y consenso que, sobre la base de una adecuada y amplia representación sectorial y federal, legitimen las decisiones que se tomen en cuanto al alcance y la oportunidad de los contenidos de planes, programas y proyectos estadísticos.
La participación en la formulación de conceptos, categorías y procedimientos de medición es una condición necesaria para la aceptación de los indicadores y su empleo en las diversas instancias de negociación en que participen los actores sociales mencionados, lo que enriquecerá sin duda, los debates y fomentará soluciones consensuadas.
Por otro lado, nuestra organización federal se expresa plenamente en materia estadística, que le ha sido reservada en la Constitución a las provincias. Para valorar debidamente la importancia del federalismo para el éxito, basta mencionar el largo período transcurrido entre el IIIer. Censo Nacional de Población de 1914 y el IV° Censo Nacional de Población de 1947, durante cuyo transcurso se multiplicaron proyectos en el Congreso, que las cuestiones políticas surgidas de las transformaciones operadas en el país hicieron naufragar uno tras otro, especialmente en el Senado.

Alfabetismo estadístico

Pero las estadísticas, como producto resultante del sistema propuesto, solamente son un factor necesario del proceso de aprendizaje. El otro es la capacidad de análisis, las habilidades para interpretar los resultados, que le otorgan significado y sentido a los valores observados. Esa capacidad, esa forma de “alfabetismo estadístico” necesario, no es un conocimiento exclusivo, especializado o esotérico. Por lo contrario, debe constituir una parte fundamental de la educación común de todos, para que cada uno pueda ejercer plenamente una ciudadanía crítica. La escuela, en todos sus niveles debe contribuir a esa formación. Y el sistema estadístico debe participar del proceso educativo a través de un centro de excelencia.
Una oferta de datos a cargo de profesionales calificados y una demanda activa y preparada para el análisis intenso de los datos, pueden conformar un círculo virtuoso, que permita el mejoramiento continuo de la base de información disponible.

La política de los grandes números

Las estadísticas oficiales incluyen trabajos que no encuentran semejanzas en el campo privado. Así, por ejemplo, los Censos no solo constituyen las mayores encuestas que se llevan a cabo en el país. Son la más grande movilización en tiempos de paz. Ese tamaño excepcional, que caracteriza a la acción pública en la producción estadística, plantea problemas que requieren una preparación especial de aquellos que deben enfrentarlos y al mismo tiempo genera serias cuestiones relacionados con la “carga estadística” y con la privacidad que debe garantizarse durante todo el proceso a los informantes.
La “carga estadística” debe ser controlada mediante la coordinación que evite la duplicación de tareas.
El Secreto Estadístico constituye la clave de bóveda de todo el sistema. Su amplio alcance y riguroso cumplimiento son imprescindibles para generar un espacio de confianza y cooperación entre los informantes y los productores.
La difusión de la información es la culminación de una larga cadena de esfuerzos y compromisos metodológicos y logísticos. Es la razón última de todo el sistema y debe estar regida por la regla de la más amplia divulgación. Esa divulgación debe asegurar la igualdad en el acceso y por lo tanto las consultas no deben ser onerosas

Conclusión

Hernán Otero denomina al período de los tres primeros censos, como la “edad del entusiasmo”. Estamos frente a un tiempo que exige una nueva “edad del entusiasmo”. La información pertinente y válida, referida a los problemas de la gente, debe proporcionar la necesaria base para la elaboración de propuestas políticas basadas en hechos y la toma de decisiones consensuadas.

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