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26 julio 2016

SEMBLANZA DE CARLOS EUGENIO DIEULEFAIT


Dentro de pocos días se cumplirá un nuevo aniversario del nacimiento del Profesor Dieulefait.  Y como sucede desde hace años, el 27 de julio celebraremos el Día del Estadístico Argentino. Personalmente creo que es de estricta justicia y una forma de seguir abrevando en su figura como fuente de inspiración y fortaleza.
Estaba en mi escritorio dándole vueltas al asunto de la estadística y su naturaleza escurridiza y omnipresente. Durante horas había estado reflexionando sobre las dificultades y tropiezos que se resumen en la decadencia del INDEC.
Cuando abro los ojos me veo caminando por Bvrd Oroño, un viernes a la tarde, poco antes de las 6. Desde la esquina de Tres de Febrero avanza, con su traje cruzado, su chambergo y el infaltable portafolios de cuero, “Don Carlos”, como le decíamos ya por entonces. Eran los finales de la década del 60 y él traía sobre sí una larga historia, en cuyos comienzos ocupa un lugar destacado la temprana publicación de los Principios Filosóficos de la Estadística. Temprano para él y temprano también para la estadística.
–Don Carlos, me alegra verlo. ¿Qué tal el viaje? – lo saludo llegando a la puerta de la Facultad.
–¿Sabes algo? – pregunta mientras subimos los escalones de la entrada. – Siempre me resultó extraño el olor de esta casa – se contesta, sin esperar comentarios. Como tantas otras veces, no avanza más que hasta ahí, y deja la cuestión picando.
No puedo imaginarme la naturaleza de sus sentimientos. Sin embargo, sí me impresiona pensar que ha venido tantos años a esta casa, ha vivido tanto dentro de estos muros, que uno esperaría que le fueran familiares, pero no extraños.  Es inevitable que el silencio se instale en nuestra conversación.
–¿Cómo andan tus cosas? – dice con su proverbial gesto de interés, volviéndose a mirarme –¿Estás trabajando en la tesis? – pregunta y marca el foco inicial de su interés.
Hablamos un rato de mi trabajo y quedamos en reunirnos en su casa de calle Moreno.
Cuando llegamos al 2° piso, entra en el Instituto de Estadística, para preparar su clase, un ritual que mantiene a través de los años, con la misma concentrada preocupación.
Me voy al bar y pido un cortado, mientras repaso mentalmente la trayectoria del hombre a quien escuchare una vez más con admiración y cariño.
Fue alumno, en la Escuela Industrial que diseñara ese otro gran maestro que fue el Ing. Otto Krause. Ya en la Universidad fue protagonista de la reforma, y como tal lo recibió Irigoyen, con palabras que comprometieron en el muchacho la vida del hombre.  En 1924 publica en la Revista de Filosofía “Las matemáticas y la lógica” y en 1927 “Principios filosóficos de la Estadística”. Una especie de declaración de principios para su futuro batallar.
Sigo recordando. El año 1930 organiza el Gabinete de Estadística, que el 24 de octubre de 1932 se convierte en Instituto de la Facultad de Ciencias Económicas, de la Universidad del Litoral.
La década del 30 fue de gran producción científica para él. Así llega a ser conocido como el Pearson Americano. El Presidente Justo le facilita, entre 1934 y 1936, su asistencia a la Sorbona. En Italia, Gran Bretaña y Alemania también alterna con los hombres que están haciendo del siglo XX, el siglo de la Estadística. Es incorporado a las principales organizaciones profesionales y científicas internacionales, como el Instituto Internacional de Estadística de La Haya, la Sociedad de Estadística de París. Distinguidos matemáticos y estadísticos le brindan su amistad.
Preocupado desde siempre por las cuestiones de interés público, que ya manifestara en ocasión de la discusión sobre el cierre de la Caja de Conversión, lo llevan en 1936 a publicar “Estadística Censal y Estadística Administrativa Argentinas” con el objeto de llamar la atención y aportar razones para la realización del demorado 4° Censo General y, junto con eso, abogar por la impostergable organización del servicio estadístico nacional. Cuestión que 80 años después sigue pendiente en nuestro país.
En 1940 participa de la creación del IASI, dando comienzo a un intenso trabajo de                                 fomento y desarrollo de la estadística en el continente. Entre sus tareas debe destacarse la BIETA, que constituyo el primer cuerpo de literatura estadística en español.
Posteriormente estuvo a cargo del Consejo Nacional de Estadística y Censos, en 1946, siendo nombrado Director Nacional de Investigaciones Estadísticas y Censos el 20 de agosto de 1946. Eso ocurrió después que el pedido de asesoramiento que hizo Perón a EEUU, fue contestado señalando que en la calle Pueyrredón de Rosario estaba uno de los mayores expertos del mundo.
Al año   siguiente presenta en el Primer Congreso Interamericano de Estadística con el Dr. Guye el proyecto de planes de estudios para altos técnicos estadísticos, que sirvió para la creación en 1948 de la carrera de Estadístico en la Universidad del Litoral, primera carrera universitaria de Estadística en lengua española. Esa obra fue la culminación de una intensa labor de 3 décadas, con un espíritu que Dieulefait le reconocía a Augusta Teixeira de Brasil y que a el le cabe con pleno derecho. Fue un apóstol de la Estadística.
La década siguiente lo vio ingresar como Miembro Honorario de la Real Sociedad de Estadística de Londres, presidió la Sesión de Estadística Matemática de la Conferencia Internacional de Estadística en Roma y también a Sesión de Estadística Metodológica de la Conferencia Internacional de Estadística en Petrópolis.
Miembro Titular y ex Vicepresidente de la Unión Internacional para los Estudios Científicos de la Población, Miembro Honorario del Congreso Demográfico de México, Miembro correspondiente a la Sociedad Francesa de Investigación Operativa, Editor para toda América Latina de la Revista de Publicaciones Estadísticas Internacionales, Métodos y Principios. La lista es interminable. Es la labor de un titán polifacético. Un hombre del Renacimiento entre nosotros.
–¿Dónde se da Inferencia? – escucho una voz ansiosa a mi lado–No encuentro a San Juan…– es la explicación de la inoportuna voz.
–En el aula G– respondo volviendo de mi ensoñación.
Regreso a este particular momento, a este ahora tan circunstancial y relativo como el cortado en la cafetería, que termino de dejar frio y sin azúcar, allá en el tiempo.
Instintivamente reviso lo que estaba haciendo y entonces me doy cuenta. Hay un hilo conductor en la vocación docente de Dieulefait, que multiplica el valor de su enseñanza. Ese hilo pasa, sin lugar a dudas, por su fuerte identificación con una innata condición de maestro.
Pero la tensión del hilo la da su excepcional capacidad para lo que él llamaba la “enseñanza anticipada”.  Hablaba de cosas, métodos, problemas, que estaban recién ocurriendo o, más aún, que podrían ocurrir. Lo escuchábamos en esos momentos sorprendidos, sin entender (lo que era de esperar) y algunos turbados por esas salidas del “Viejo”.  Y allí terminaba. Seguíamos entonces viéndolo desplegar con su letra redonda y prolija, las fórmulas encantadas con las que apresaba el vacilar aleatorio y contenía la pluralidad de los datos, en la síntesis armoniosa de las leyes de la probabilidad.
Pero no era su intención darnos un recreo, un instante lúdico en medio del rigor de sus demostraciones. Eso lo hacía cuando se filtraba el poeta que había en él y discutía con Neruda, o cuando recitaba de memoria el comienzo del Facundo:” ¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo!
Nada lo decía por decir o por llenar el tiempo o por entretener. Siempre hacia pensar.
Actuaba como un prudente padre que fue depositando un capital que nos diera una renta vitalicia, disponible para cobrarla cuando fuera necesario.
Quiero darle las gracias por todo lo que nos enseñó en forma anticipada. Consciente de que no lo entenderíamos plenamente. Ni tampoco a medias. Pero sembraba semillas que cuando un día tuvimos que hacer frente a algún problema venían a nosotros recuerdos, que nos hacían parecer familiares cuestiones que de ninguna manera lo eran. Un mágico “deja vu” que nos volvía a reunir con él, como aquellas mañanas de sábado en la cafetería.
En mis recuerdos de esas enseñanzas resaltan su descripción geométrica de los modelos lineales, el impactante planteo del teorema de Bayes como la auténtica llave del razonamiento estadístico, su admiración por el método de Montecarlo, antes de que las computadoras personales lo pusieran al alcance de la mano. También supo introducirnos en el mundo de la teoría de los juegos y de la toma de decisiones. Sin olvidar su vívida descripción del palpitar de los átomos, debajo de la apariencia compacta del mundo que nos rodea. Base de la naturaleza aleatoria del mundo.
–Aaahh! ¡De eso nos estaba hablando Dieulefait…, aquel sábado a la mañana…!  – brotaba la expresión cada vez que alguno caía en la cuenta de que había llevado durante años en la mochila, la herramienta, el concepto, la palabra, que ayudan a superar dudas y dificultades.
Finalmente hizo algo más por nosotros, nos dio confianza en nuestra identidad. Gracias a él sentimos que éramos Estadísticos, los profesionales de los datos y el azar, preparados para internarnos en territorios donde hay que trazar los primeros mapas, en ámbitos donde la incertidumbre campea libremente, en momentos de decisión impostergables, cuando la escasez de evidencia desafía el ánimo.
Siempre destacó la indelegable responsabilidad del Estadístico en la interpretación de los resultados y en las conclusiones de los estudios. Siempre consideró con un enorme aprecio el trabajo de los productores de información en las oficinas de Estadística del Estado.
Y vuelvo a percibir el deja vu cuando retomo mis reflexiones sobre las estadísticas públicas. Mientras vuelvo lentamente al presente y a sus renovados desafíos, resuena en mis oídos su frase, dicha en un lejano Coloquio de la SAE:
La Estadística tiene sus complejos Teoremas a desarrollar en las pizarras de las aulas, pero tiene también compromisos e inalienables deberes frente a la medición y cotejo de decisiones...

10 julio 2016

El oscilante devenir de las estadísticas públicas

Una corriente subterránea fluye a través de nuestra historia. Una extraña y silenciosa corriente. Que emerge y se oculta, según pasa el tiempo.
Como una cofradía va pasando de generación a generación el alto compromiso. Muchas veces inadvertidos, otras veces perseguidos, persisten en su trabajo. ¿Quiénes son? ¿Que buscan? ¿Cuál es su designio?
Tan pronto como en los días inaugurales de 1810, los encontramos batallando: Moreno manda hacer un censo, el 7 de agosto de 1810, cuando tantas eran las otras demandas que debía enfrentar la Junta.
A lo largo de los años esa corriente siguió bregando. En 1813 la Asamblea ordena nuevamente que se haga el Censo. En los reglamentos constitucionales de la primera década y la Constitución de 1819 reconocían la necesidad del Censo General para arreglar la representación general.
Se destaca en ese periodo el verano de 1821/22, cuando Rivadavia toma la posta y plasma un conjunto de leyes, en cuyos fundamentos encontramos material que hoy sigue teniendo plena vigencia. La Constitución de 1826 también lo establece y fija una periodicidad de 8 años para su renovación.
También Rosas se suma a esa voluntad enumerativa durante su gobierno.
Sin embargo, ninguna iniciativa dio sus frutos. Así se llega hasta Caseros y el derrocamiento de Rosas. La Confederación, con capital en Paraná, ordena la realización de un Censo en 1857, cuyos resultados incompletos prolongan la serie de expresiones de deseos no cumplidos. En Estados Unidos en 1850 ya se había cumplido disciplinadamente con la norma constitucional 7 veces.
El tesonero machacar para tener estadísticas, se corre hacia la educación. Mitre se hace cargo de la primera cátedra de Estadística, en 1852, y rápidamente termina con el exilio del profesor. Tal vez fue la primera, pero de ninguna manera la última vez que se acalla al mensajero.
Habían pasado 50 años desde mayo de 1810, y el país todavía no había contado su población, de manera ordenada y completa. En 1857 el Gobierno de Paraná solo se pudo relevar 8 provincias. En 1860, con esos datos y otra información, Martin de Moussy hace una estimación y según su cuenta éramos 1.210.000 habitante
A través de décadas la misma voz clamando una y otra vez, por el imperio del metro y la balanza. Desde el país profundo, se levanta, aún hoy, el reclamo para que la argumentación abandone los meandros de la vieja retórica y entre a pleno en el mundo de los hechos verificables.
¿Y en la superficie? Allí se exhibe por defecto, el despliegue visual de mensajes compactos, mientras el discurso verbal y razonable es un campo de lucha, con “palabras como puños” o insidiosamente pervertidas.
Al foro concurre una galería diversa en sus orígenes, pero convergente en su condición de maestros de la dialéctica y acrobáticos polemistas. Su discurso es un campo de lucha verbal, donde los hechos solo entran por necesidades decorativas, como partenaires, y bajo su influencia, el razonamiento se vuelve muchas veces sofisticado, arrasado por el impulso de ganar, de una manera o de otra.
Esa tendencia, que atravesó el tiempo y llenó el aire de proclamas y grandes bandos, fue desafiada por la advocación que hizo Ortega cuando nos reclamó: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!”
La experiencia de los últimos 12 años, ha sido la culminación de esa dualidad esencial que nos atraviesa. Por un lado, el discurso, imaginario y agresivo, capaz de negar el sol, ¡tapándolo con un dedo! Por el otro, un sistema de observación y registro, llamado estadísticas públicas, desmantelado y falseado. Y como resultante, una sociedad dividida, incapaz de resolver la grieta que la separa, negándose a aceptar la realidad como denominador común y manteniéndose fiel al ilusionismo verbal.
Tan grande es el desconcierto, que en el frenesí de hacer como que sí, es decir, de hacer sin creer que debe ser hecho por razones de fondo, el Censo del año 2010 infringe la Constitución. El Censo de ese año viola los términos de la Carta Magna, que ordena un plazo no menor a 10 años entre un censo y otro (Art. 47 de la Constitución Nacional: “…pero este censo sólo podrá renovarse cada diez años”) 
En consecuencia, no será válido utilizarlo para regular la representación parlamentaria, porque es inconstitucional.
En esta fecha tan emblemática, hagamos votos para que las estadísticas públicas dejen de considerarse como la fábrica de ilustraciones para decorar el relato y se conviertan en brújula que guie el rumbo del gobierno y de la sociedad.
Para terminar, parece oportuno agregar lo que decía Ortega a continuación de su advocación:

 “Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal".

08 julio 2016

DEBEN CASTIGARSE LA ESTAFA Y EL ROBO


Se repite hasta el cansancio, en Buenos Aires y en Roma, que debe castigarse la corrupción. Sin embargo, me parece que se pierde la perspectiva de los hechos, dentro de un formalismo que, a título de aferrarse a la legalidad republicana, pasa por alto que se trata de un modus operandi desenfrenado, que ha atravesado los límites del propio sistema, mediante la práctica desenfadada de la estafa y el robo sistemáticos.
La corrupción es un proceso secundario que ataca al principal y lo degrada. En cambio, la estafa y el robo se constituyen en objetivo propio y fundamental. No son algo accesorio, que se desarrolle parasitando una función principal, desviándola, sino que la somete y la pone a su servicio, la esclaviza, obligándola a renunciar a su propio desarrollo para ceder todo al régimen de expoliación, que es el dominante.
¿Cómo sancionar la desmesura de violencia y latrocinio que impuso el régimen K?
¿Qué pasa cuando el orden republicano resulta violado más allá de lo previsto en la tipificación penal?
¿Qué hacer…
…cuando la creatividad del delito se adelanta a la capacidad de las reglas para desalentarlo y, si se produce, castigarlo?
… cuando el poder del Estado es utilizado no solo para tiranizar o someter, sino para defraudar y robar?
… cuando se hace de la mentira un dogma?
La organización en banda para la acción ilícita, que describió tan bien E. de la Boetie en su discurso contra uno, es tan eficiente que tiene la capacidad de legalizarse, siendo esencialmente ilegitima, mediante elecciones amañadas y una deriva que la sustenta en modos callejeros de representación, con que se expresan ruidosas minorías.
¿Pueden los tribunales ordinarios, aplicando las reglas comunes, dar cuenta de tamaño desenfreno, que se ha cargado jueces y fiscales y ha reclutado adictos diestra y siniestra?
Sin un compromiso activo y visible de la sociedad, respaldando los procesos, parece difícil.
El país pudo juzgar y castigar los crímenes terribles cometidos por la dictadura militar. Ahora debe demostrar la capacidad de juzgar y sancionar los terribles actos de lesa humanidad cometidos durante el régimen kirchnerista.
Un régimen que fue un icono de la hipocresía y pretendió que se viera la grandeza y bondad que construyo con apariencias sobre sí mismo, propagándose como ejemplo y pretendiendo o pidiendo que se actuara de la misma forma, además de que se glorificara su accionar, aunque sus fines y logros estuvieron alejados de la realidad.
Un régimen cuyos medios fueron la mentira, el robo, la persecución y las consecuencias: una pobreza cínicamente conservada y aumentada, una población engañada y escarnecida, violentando no solo el sentido común, sino los propios sentidos y la inteligencia, mediante la negación de la evidencia, con la profanación de las estadísticas públicas y la persecución de la prensa.


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