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10 septiembre 2007

A RECONOCIMIENTO DE PARTE

A reconocimiento de parte, relevo de pruebas

 

Todos estamos impresionados por lo ocurrido durante  este año en el INDEC. Las alteraciones producidas en los procedimientos de cálculo del IPC han sembrado dudas en todo el tablero de mediciones económicas y sociales. Se multiplican las expresiones de condena, afirmando que una sociedad moderna no puede carecer de un sistema de información  confiable, que provea a los actores sociales información relevante, oportuna y precisa de las principales variables socioeconómicas.

Está fuera de discusión que de esta crisis deberá surgir un nuevo régimen legal que establezca el marco necesario del sistema requerido por el país y nuestra forma de Gobierno. Por ejemplo que reconozca el  rol del Congreso en esta materia, ignorado totalmente por la ley 17622, como consecuencia de su origen histórico, bajo la influencia del "onganiato" de fines de los 60, que respete el trabajo técnico que requieren las encuestas, censos e índices y formule las bases del código ético que debe imperar en las prácticas estadísticas.

Nadie niega la torpeza con que se ha procedido al alterar la marcha de una institución como el INDEC, que es un patrimonio cultural del país. Como el Museo Histórico Nacional, las Universidades o la Biblioteca Nacional. De la misma naturaleza y de similar importancia.

Pero mientras diferentes sectores políticos, intelectuales, centros de estudio, organizaciones profesionales se mantienen en vela, custodiando el preciado valor de los registros que dicen como hemos sido y como somos, hay un fenómeno que atraviesa a la sociedad, en su tejido más sensible y que requiere inmediata atención.

Los sondeos electorales, ha sido motivo de diversos y variados análisis. Las más disímiles expresiones se han escuchado. Pero el hecho concreto y cierto es que sus resultados adolecen de una imprecisión rayana en obscena torpeza. Y todos los resultados van acompañados de atrevidas explicaciones, como corresponde a los jugosos presupuestos que cobran, pero siempre a posteriori, después de los hechos.

Tenemos algún conocido "consultor" que argumentó que de no lograr ciertos resultados, perdía sus clientes  hasta el otro que quiere encubrir su incapacidad declarando enfáticamente que el método de las encuestas, que el ofrece, por el cual cobra y que cuando "acierta" no disimula el orgullo que le provoca su gran habilidad, "no puede medir ciertos fenómenos".

Dejemos en claro algunos puntos. Es un hecho reconocido que la medición de opiniones no es un proceso simple. Es sumamente complejo el relevamiento y evaluación de las respuestas. Por ese motivo se han desarrollado diversos métodos para interrogar a la gente, teniendo en cuenta las condiciones en que debe hacerse esto. También se ha estudiado la contribución que hacen diversas componentes a los errores que se observan, que se agrupan bajo el concepto de errores que no son ocasionados por el empleo de muestras. Se trata de errores que persisten aunque hagamos un censo exhaustivo.

Por eso sorprende que empresarios que tienen una larga trayectoria como proveedores de información a los políticos, se sigan aferrando a una definición restringida del error, que está solamente asociada al tamaño muestral. Y ni siquiera esa medida que utilizan es la correcta en muchos casos, porque presupone una forma de muestreo conocida como simple al azar, que no corresponde al procedimiento efectivamente seguido.

La investigación social seria tiene una gran complejidad y en consecuencia, resulta altamente costosa, lo que obstaculizaría su estricto desarrollo en forma comercial. Ahora bien, la pregunta es, ¿cuánto se puede sacrificar del rigor de las mejores prácticas? ¿Cuándo los resultados obtenidos, pierden el sustento que una metodología rigurosa les puede prestar?

Si se abandonan algunas características de los diseños recomendables, por razones de costo o tiempo, se deberá ser claro al respecto, y antes, no después, deberá mencionarse cual es el precio que se pagará por ese abandono.

Por ejemplo, una información que no se divulga y posiblemente no se registra tampoco, es la proporción de respuestas faltantes (missing), como consecuencia de rechazos, errores de listado, ausencia del entrevistado, etc. No he visto que ningun informe se refiera a este aspecto, que no es menor, considerando que la tasa de no respuesta presencial, en los grandes centros urbanos orilla el 50%. Las encuestas telefónicas deben también explicar como se manejan los contactos fallidos, las causas y las acciones seguidas. No puede suponerse ligeramente que los que no contestan tienen la misma conducta que los que contestan. ¿Por qué entonces no contestan? ¿No es esa una diferencia bastante importante? No es lo mismo una muestra de la población que contesta, que una muestra de la población objetivo

El diseño, ejecución y control de una encuesta, es un trabajo técnico, que requiere conocimientos teóricos muy especializados y gran experiencia práctica. A los efectos de permitir la evaluación de cómo se ha hecho la tarea, es necesario que se ofrezca información técnica de los procedimientos utilizados. La que  suele llamarse, en un alarde de simplificación "ficha técnica",  ha recibido gran atención en los últimos años, y su tratamiento se engloba bajo  la denominación de metadatos, es decir datos de los datos.

Es fácil comprender que las respuestas dependerán de las preguntas que se hagan. Las preguntas pueden formularse de distintas maneras y cada manera, provocará matices diferentes en las respuestas. Los datos deben ser acompañados por el cuestionario que se ha empleado y que los condiciona.

El encuestador, personal o telefónico, no es neutro. El influye, añadiendo una componente más al error total.

En ese contexto, el tamaño muestral ve relativizarse su influencia. Y en consecuencia, tampoco puede impresionar que se hable de 1000 líneas telefónicas, operando automáticamente, porque son el mejor escenario para que se produzca cualquier resultado.

El muestreo tiene ventajas sobre los procedimientos exhaustivos, porque permite tener un mayor control de cada unidad relevada, así como del comportamiento de los encuestadores. Si no se ejerce ese control, desaparecen las ventajas del muestreo. 

 Ahora bien, lo que esta en discusión es la sorpresa que les produce a los encuestadores la variación de las respuestas. Dicen como principal argumento, que a último momento se han producido corrimientos de uno a otro candidato, que ellos no podían prever. Sin embargo ¡se atreven a prever como van a votar los que dicen que están indecisos todavía!.

Entre el completamente decidido que se alinea con algún candidato de manera inconmovible y la duda persistente de otros que les impide cualquier definición firme, se despliega el ancho campo de quienes no se sienten atraídos definidamente por nadie, pero consideran las propuestas, la trayectoria, el carisma de varios competidores, como aceptables o mas o menos atrayentes, según la marcha de la campaña. Ese es un hecho, difícil de observar, pero innegable desde un punto de vista analítico.

Esa masa, puede tener un peso más o menos mayor y aparece bajo la respuesta contingente que dan en ocasión de ser preguntados por su preferencia. Preferencia que no cierra de ninguna manera la dinámica del proceso interior de                                     revisión y ponderación que llevan a cabo hasta último momento, cuando efectivamente voten. Numerosos estudios han demostrado que la variancia de respuesta existe y puede  tener gran importancia.

El tema es cómo puede la metodología mantener controlado ese factor para que no desvirtúe los resultados. Es decir cómo tratar con inteligencia los resultados, cómo hacer las preguntas necesarias, para que las estimaciones se sostengan en un proceso de reflexión y evaluación y no en un mero procedimiento automático.

Lo que se percibe en los descargos de los encuestólogos, es una apuesta a la tecnología, con la cual pretenden deslumbrar, o un reclamo pedante de sometimiento a sus arbitrariedades, inevitables si no se quiere caer resignadamente en la consulta del Tarot. Lo que les falta es el "know how" del "razonamiento organizado", que permite diseñar los instrumentos adecuados a los fines perseguidos.

Y no vale la pena tratar de separar el pronóstico de otros usos, porque en definitiva, toda encuesta solamente pronostica los valores posibles de la población a la cual investiga.

Buenos Aires, septiembre 10 de 2007.-

 

 

Hugo Oscar AMBROSI

hambrosi@gmail.com

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