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17 enero 2021

03 enero 2021

Episodio I. La Estadística, hechura del tiempo

La ciudad de Rosario ocupa un lugar destacado en la Argentina por diversas 
razones. Importancia demográfica, potencial económico, posición estratégica, calidad de sus instituciones educativas y la enumeración podría prolongarse. 
Entre esas razones ocupa un lugar destacado la importancia que ha tenido la 
estadística en su historia, a través del protagonismo de algunos hombres que fueron decididos precursores que asentaron sólidos cimientos tanto para el “hacer estadísticas” como para el “saber estadístico”.
En la extensa sucesión de generaciones, es necesario reconocer que además de las figuras que le dieron notoriedad y brillo a la actividad, han contribuido a la misma en forma silenciosa muchos hombres y mujeres que con dedicación y constancia han ido aportando día a día el material necesario para que aquellas visiones ambiciosas se pudieran ir plasmando en datos, con el trajín cotidiano.
Hecha la anterior salvedad, con la que intento dejar establecido desde el comienzo que la estadística, sus logros y tropiezos, sus avances y demoras, son el resultado de una sociedad en su conjunto. Por eso, cierta hospitalidad de Rosario algo tuvo que ver con los 
dos hechos destacados de la estadística argentina que ocurrieron aquí, a orillas del 
Paraná.
Gobernaba la provincia José Gálvez, en aquel tiempo en que Argentina recibía 
muchedumbres que arribaban a nuestros puertos con la esperanza puesta en una tierra que prometía retribuir con frutos generosos, el trabajo de sus manos encallecidas.
Era necesario que este país en proyecto, abierto al mundo, fuera conocido en su 
extensión y riqueza. Para lograr eso, un censo en la provincia era el medio apropiado, para mostrar el espacio inmenso, el territorio y las oportunidades, que esperaban a los hombres de buena voluntad, dispuestos a desarrollar ese potencial latente.
Un célebre demógrafo inglés dijo en una ocasión que” hacer el censo en una aldea 
es cosa simple. Es suficiente reunir a los vecinos en la plaza y contarlos”
1887
Imaginemos por un instante cuan distinto escenario ofrecía la provincia de Santa 
Fe en 1887, con sus más de 130.000 km² débilmente atravesados por inconstantes 
caminos de tierra y en buena parte todavía territorio indígena.
Solamente en una ocasión antes se había encarado tamaña tarea, cuando bajo la 
presidencia de Sarmiento se llevó a cabo el primer Censo Nacional de Población. Aún hoy el censo constituye un desafío mayúsculo, reconocido como la mayor acción civil de la sociedad, por lo que es redundante recordar o tratar de imaginar lo que era entonces.
Carrasco
Se encargó la dirección de la ingente labor a Gabriel Carrasco. Sus antecedentes, 
los anuarios que había elaborado eran referencias imprescindibles de la provincia, que lo señalaban como el hombre indicado.
Verdaderamente honró con creces semejante encargo. Se dice, en ese tono entre la crónica y la leyenda, que salió de su casa una mañana despidiéndose para “ir a hacer el censo” y volvió a entrar por esa puerta, sólo un año después con la misión cumplida.
Como diría el mismo “para preparar los trabajos del censo de la provincia, la recorrí en toda su extensión”, aclarando que “el viaje hecho en 1887 por mí, se efectuó, en un break tirado por 
dos caballos”
Pasan los años y Carrasco ocupa distintos cargos de importancia llegando a ser 
intendente de la ciudad. El Censo le reserva un lugar permanente en la historia, que lo representa con uniforme de Estadístico.
La elaboración de estadísticas ha seguido haciendo su camino, con altibajos, con 
ocasionales mejoras, con algunos tropiezos, durante más de un siglo. Justamente en el siglo XX, el “Siglo de la Estadística”
Momento luminoso
Por otro lado, el viejo arte de la estadística, el arte de contar, medir y pesar, recibió en el mundo la atención de algunos sabios que sacaron a relucir su núcleo brillante, entre la maraña de cifras y gráficos que a lo largo de los siglos y especialmente en el siglo XIX 
habían crecido en forma notable.
Ese núcleo encerraba la respuesta que el hombre buscó infructuosamente, 
con vislumbres momentáneos del gran secreto, que la sabiduría antigua no había 
resuelto:
¿Qué decir cuando la evidencia es incompleta, imprecisa, escasa? 
En pocas palabras cuando no permite emplear los cuantificadores lógicos 
absolutos: todos, ninguno. El vértigo frente a la incertidumbre inconmensurable incubó mitos y supersticiones en relatos que, vedados a la experiencia humana, reprimieron la libertad de pensar. 
Una enorme revolución a comienzos del siglo XX. Si hubiera que elegir un nombre 
paradigmático de ese proceso, me inclino respetuosamente ante William S. Gosset, 
conocido como “Student”, a quien debemos la clave de bóveda de la magnífica estructura 
de pensamiento que constituye la teoría estadística moderna. El mismísimo Fischer lo reconoce como autor de la “revolución lógica”, que permitió sacar conclusiones de un número pequeño de casos, ocurridos al azar y medir el grado de incertidumbre de esa conclusión.
Pearson americano
Las primeras décadas del siglo XX fueron iluminadas por el genio de Karl Pearson, 
William S. Gosset (Student) y Ronald A. Fischer, entre otros grandes. Tan temprano como en la década del 20, se sumó a ellos, Carlos E. Dieulefait, que llegó a ser reconocido como 
el “Pearson Americano”
Desde la década del 20 dirigió el Gabinete de Estadística, en la de Facultad de 
Ciencias Económicas, Sociales y Políticas de Rosario, creada a impulsos de la Reforma Universitaria.
A fines de los años 40, después de una meritoria labor teórica y de una larga 
participación en la vida de la estadística nacional, concretó la obra de su vida con la creación de la carrera de Estadístico Matemático, en 1948 en la Facultad de Ciencias 
Económicas, Sociales y Políticas de la UNL, aquí en Rosario, la primera en lengua 
española, orientada a preparar profesionales que tomaran a su cargo el desarrollo estadístico del país y que al mismo tiempo pudieran contribuir a la formación de los recursos humanos que el Gobierno y las empresas necesitaban.
El esfuerzo fue gigantesco. Para ilustrarlo basta señalar que fue necesario organizar 
la Biblioteca Estadística Teórica y Aplicada (BIETA), dentro del IASI (Instituto Interamericano de Estadística), de la cual fue responsable. Fueron traducidos, aquí en Rosario, numerosos textos que hoy son hitos en la ciencia estadística. 
También recuerdan lo más antiguos discípulos, las reuniones que periódicamente se realizaban en “La Querencia”, con industriales y comerciantes, de profesores y alumnos 
avanzados, en una concreta integración de usuarios y académicos, vínculo tan reconocido como conveniente actualmente.
Esa historia bifronte, en la que convergen los denodados esfuerzos censales de 
fines del siglo XIX con el apasionante surgimiento de una ciencia nueva, la cual se estaba elaborando día a día, fue transcurriendo en medio de la historia mayor de nuestro país.
Una flecha en el tiempo
El empeño épico de Carrasco y la titánica labor de Dieulefait, apuntaban al 
surgimiento de protagonistas preparados para seguir su obra. En los documentos 
fundacionales de la carrera de Estadístico, así como los principios que inspiraron a la 
Sociedad Argentina de Estadística, siempre se expresa la idea de Estadísticos
profesionales, en el amplio sentido que tiene la palabra profesional en otros quehaceres de más larga historia.

Dr. Hugo Oscar Ambrosi
hambrosi@gmail.com
Buenos Aires, diciembre 14 2020

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