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24 mayo 2021

El desencuentro entre política y economía

  

Aceptando el hecho de que los objetivos deben ir  acompañados por los instrumentos para alcanzarlos, queda clara la  importancia de reconocer que el diálogo y los acuerdos son la herramienta esencial para gobernar una  república democrática. 

Y mi humilde observación es que en ese punto precisamente está la dificultad. Una  dificultad que proviene de que se ha pervertido el lenguaje, se ha abandonado la práctica del  debate honesto y se ha ido cayendo en un clima crispado, donde las diversas ideas y opiniones  producen un coro desafinado y altisonante cuya esterilidad es evidente frente a los hechos. 

Si buscamos reducir la cadena de diversas circunstancias que han alimentado la  decadencia argentina, y queremos expresarla en una sola, primera y fundamental, la  incapacidad de conversar tiene muy fuertes razones para aspirar a ese triste podio. 

La retórica ha sido la herramienta propia de la democracia desde los griegos. Pero el  discurso político siempre estuvo amenazado por vicios y desviaciones, que han sido codificados  como falacias, surgidas enññ el fragor del debate, con el propósito de ganar, aun a costa de la  verdad, o de la dignidad del interlocutor, o de la misma inteligencia de los problemas. 

El antiguo arte de la retórica, se ha enriquecido en tiempos modernos, con el aporte que  hace la ciencia, al entendimiento y solución de los problemas. 

La ciencia moderna le ofrece una salida a la cuestión inductiva. El problema de la  generalización reconoce así, grados y confiabilidad, lo cual enriquece el debate con la introducción de la evidencia. Los datos, resultantes de la observación y medición de los hechos, vinculan estrechamente el pensamiento con la realidad. 

Pero nada de eso puede desarrollarse, si el mundo está pervertido por una colonia de  sofistas, esgrimistas de ambiciosas estratagemas para ganar. No para acercarse a la verdad, desde el debate, sino para correrla, desviando el tema, introduciendo cuestiones ajenas,  atacando al interlocutor y otras muchas formas de esquivar la confrontación de ideas. 

Justamente en momentos en que avanzaba en la terminación de este comentario, los  más altos mandatarios me ofrecieron sendos ejemplos de lo que no debe hacerse, de lo que no  sirve, salvo para propósitos espurios e inconfesables. El presidente calificó como imbéciles a los  opositores, acompañado en el vituperio por La Cámpora que sumó el epíteto de “pervertidos”.  

Por otro lado, en plena sesión del Senado la presidente del mismo, calificó de  “barrabravas” y “maleducados” a los Senadores de la oposición. 

De esa manera se crea una realidad alterada, una ficción agresiva dentro de la cual se  desarrolla un relato engañoso que, como por arte de magia, alumbra hechos inexistentes y los  convierte en creencias de la audiencia subyugada por el embrujo hipnótico de artimañas,  bravuconadas, promesas y simulaciones. Dicho en lenguaje llano, “les hacen el bocho”.

Junto con esa transformación, es necesario establecer un sistema de información  estadística, que ofrezca una representación, palpable, verificable y compartida, como ingrediente imprescindible de un proceso de argumentación inteligente y ordenado. 

Si no empezamos a conversar para entendernos, y para entender mejor la compleja realidad, es difícil imaginar que seamos capaces de diseñar los instrumentos necesarios para  alcanzar los objetivos que la recuperación de la Argentina necesita. 

Hugo Oscar Ambrosi 

Buenos Aires, abril de 2021

21 mayo 2021

CONTRA LA EVIDENCIA


La función de la crítica debería 

consistir en mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es, 

y no en mostrar qué significa.

A.Sontag. "Contra la interpretación"


La pandemia, y su correlato la cuarentena, producen los más diversos e inesperados efectos.

Entre ellos podemos observar en estas últimas semanas un vuelco del discurso en los medios, así como entre los profesionales y políticos involucrados, hacia el empleo reiterado insistentemente de términos como datos, evidencia, y tal vez lo más llamativo, una convocatoria constante al recurso estadístico.

En un país que tolero los atropellos al INDEC durante casi 9 años, parece que ha hecho falta el espanto de la muerte rondando por las calles, para que asome un interés por los registros del tortuoso camino que va trazando el virus entre nosotros, con su secuela de UTI'S y respiradores, recorrido por los pacientes, demasiados de los cuales resultaron finalmente llorados por amigos y parientes.

Vemos también qué ese "recurso a la evidencia", en la mayoría de los casos sólo conduce a ún impreciso balbuceo, que confunde y al confundir aumenta la incertidumbre reinante, la desconfianza creciente y el temor paralizante resultado de la ausencia de estrategias,  procedimientos, decisiones y acciones eficaces y claras, que debieran de haberse seguido para que el tránsito del tiempo hubiera demostrado que los que están a cargo poseian la capacidad de aprender y de corregir sus errores. 

Eso no ha pasado y, por el contrario, se han ido sumando casos de mala praxis,  que no sólo han producido un daño directo, sino que han dañado la credibilidad pública y la confianza de los ciudadanos.

El pésimo manejo de la información, su elaboración de dudosa calidad, y las trasnochadas interpretaciones que se hacen de ella, desnudan la cruda realidad que se manifiesta en la profunda ignorancia que padece la sociedad, en la incultura estadística que limita el aprovechamiento de las ventajas que ofrece hoy la sociedad de la información.

El analfabetismo estadístico reinante, es propicio y facilita el desarrollo de formas morbosas de cuantificación de la realidad. Esto no quiere decir que todos deben ser peritos en el manejo del entramado matemático que sostiene el trabajo estadístico. De ninguna manera eso es necesario, como ocurre con otras actividades en las cuales el experto proporciona recursos y propone rumbos, los cuales son evaluados por los interesados en términos de costos y beneficios por un lado, y de preferencias y valores por otro.

Lo que sí es inevitable es que el proceso de diseño y producción de los datos sea ejecutado con el más alto grado de profesionalismo posible. No hay lugar para la improvisación ni para las soluciones caseras. Mucho menos cuando como en este caso se trata de asuntos de vida o muerte. 

Como ejemplo de lo anteriormente dicho basta considerar qué pasa simplemente con un concepto, que es central en toda la arquitectura de la información epidemiológica. Para eso debemos responder a la pregunta. ¿Qué es un caso?

De la respuesta queremos a ese interrogante surgirán las condiciones y los criterios que permiten identificar en primer lugar los casos y en consecuencia surge la posibilidad de contarlos. Es fácil y claro determinar qué es un caso? No existe un margen de duda en el diagnóstico, como en tantas situaciones que la experiencia revela? 

Ese margen de incertidumbre puede ser mayor o menor, según la calidad con que se identifiquen las características que hacen de un paciente dado un caso de covid-19. Esa calidad dependerá de los criterios adoptados, de los procedimientos para llevarlos a cabo, de la capacitación y las condiciones de trabajo de quien los aplique, y de la ausencia de interferencias o incentivos positivos o negativos.

Pero los casos no son la única fuente de dudas entre los datos difundidos. 

 La cantidad de fallecidos también abre un interrogante que exige poner en claro cuando una muerte puede atribuirse al covid-19. 

La asignación de la causa de muerte debe hacerse siguiendo una secuencia que distingue y ordena las dolencias que aquejaron al fallecido, determinando cuál le provocó la muerte 

Basta observar las tablas de resultados para reconocer que dicha operación, en el proceso normal de certificación de la causa de muerte,  adolece de reconocidas deficiencias, que desde causas englobadas en la categoría Otras, o la atribución causal a la causa final, por ejemplo paro cardíaco. 

No hay razones para pensar que ante un proceso masivo no se estén reproduciendo mutiplicadas esas fallas habituales.

Por otro lado, estamos habituados a conocer las estadísticas vitales (nacimientos y defunciones) con un año de demora respecto al final del fin del  período de referencia. Eso significa que muchos hechos son registrados con posterioridad a la fecha de ocurrencia. 

Con la pandemia nos ofrecen información diaria, de todo el país. Resulta difícil  creer que todos los hechos sean comunicados en forma inmediata, lo que supone imaginar que lo que normalmente no se completa en meses, ahora se cumpla rigurosamente, en un país tan extenso y desigual como el nuestro. 

Sería muy útil que siempre se  clasificar a los casos por fecha de ocurrencia, para darle sentido a las comparaciones temporales de los resultados.

El breve repaso anterior, señala la falta de un diseño metodológico estricto, que evite distorsiones en los datos y mantenga la información decisional bajo control. 

Pero además hay otro aspecto que no es tan notorio, pero que en buena medida puede agravar las fallas anteriores. Un sistema estadístico de recolección y procesamiento de datos, debe administrarse bajo reglas metodológicas y organizativas claras y comunes. No es conveniente improvisar una red  de datos, sobre la base de organizaciones que tienen otros propósitos, y capacidades, que frecuentemente no son compatibles con la de los órganos estadísticos, técnicamente calificados.

En relación con lo anterior, no sé puede dejar de observar la falta de protagonismo del INDEC. Resulta llamativo que ese Instituto, que nuclea a un importante número de profesionales y técnicos experimentados en los diversos sectores de la sociedad, no haya liderado el manejo de la información  en un proceso tan complejo como el que desencadenó la pandemia y subsecuentemente la cuarentena.

Es un claro desperdicio.y una peligrosa estrategia no emplear los recursos disponibles y sustituirlos por organizaciones informales. 

Con respeto al INDEC su papel durante la pandemia se ve descalificado por la manifiesta incapacidad de realizar el Censo de Poblacipon, ordenado por la constitución y de indiscutible importancia bajo las circunstancias vividas.

La desvalorización de la información estadística y el descuido de los organismos estadísticos, deja al descubierto qué sigue imperando en el ánimo de la dirigencia social una penosa indiferencia, como si la vergonzosa experiencia de los años 2007 a 2015, hubiera sentado bases y siguiera pervirtiendo la capacidad estadística del país..

Todo se agrava cuando vemos que los muertos suman miles, las vacunas se destacan no solo por su escasez, sino por la falta de vergüenza de los vivos que se saltan la cola y por la épica armada Brancaleone que líquida viáticos para traerlas de la Rusia lejana.

Los vacunatorios VIP y la desprotección general recuerdan la  mirada descarnada de Discepolo:..

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor

Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador

Todo es igual, nada es mejor

Lo mismo un burro que un gran profesor .


Hugo Oscar Ambrosi

Buenos  Aires, mayo 14 de 2021

01 mayo 2021

Miseria de la estadística


Al enfrentar la pandemia hemos tenido que acelerar la velocidad de los cambios en diversos aspectos de nuestras vidas. También se han hecho evidentes algunos atrasos y carencias, que la marcha normal de las cosas toleraba con mansedumbre.

No deja de sorprender que haya sido necesario padecer una pandemia para que se reconozca la importancia y la utilidad insustituible de la información, particularmente de la información estadística.

La atención puesta sobre la evolución de COVID 19 exigía contar con una batería de datos, en tiempo real, que permitieran fijar la dirección de las políticas y hacer oportunamente los ajustes mediante acciones justificadas por la evidencia.

La producción de buenas estadísticas, entendiendo por tales las que son relevantes, oportunas, confiables y accesibles, exigen la confluencia de una variedad de factores. Dichos factores en última instancia requieren de personas preparadas que se desempeñen con solvencia, dedicación y responsabilidad.

La estadística a través de sus expresiones numéricas y gráficas constituye un instrumento de importancia fundamental en el proceso permanente de aprendizaje que se desarrolla desde la escuela a través de toda la vida. 

El empleo de información en la toma de decisiones requiere el ejercicio del pensamiento estadístico, que aleja el razonamiento de las influencias dogmáticas, anecdóticas o autoritarias.

En ese sentido nuestro país y las provincias han organizado oficinas de estadística bajo distintos nombres para llevar adelante programas de producción estadística que proporcionen los medios que enriquezcan la conversación social.

Es tiempo que entre los cambios que la pos pandemia nos demanda se tomen en cuenta las recomendaciones sobre descentralización política, que se plantean en la búsqueda de mejorar la práctica democrática.

De ninguna manera esto significa fomentar una anarquía en un sistema que necesariamente tiene que tener un alto grado de coordinación en pro de la necesaria comparabilidad de los datos. Se trata de encontrar la forma de fortalecer las bases, las raíces mismas del sistema, mediante un trabajo de cercanía que le otorgue a la información el carácter de expresión verificable y si se me permite palpable de los fenómenos que trata de reflejar. 

De esa manera, con un fuerte énfasis en lo local es posible producir el encuentro entre los usuarios de información, los proveedores informantes y los productores, asegurando que la estadística se apoye en criterios comunes de medición que permitan una evaluación participativa de los resultados, conciliando la diversidad de interpretaciones que estos pueden merecer..

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