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10 agosto 2010

Según pasan los años...



Balance

 

La fuerza de la costumbre nos va agobiando lenta e inexorablemente. Lo que nos pareció terrible  en un momento, y fue causa de temor y repudio, cuando perdura y permanece indiferente a todos esos sentimientos nuestros, se convierte en  algo natural, corriente, habitual, casi propio. De estar en nuestra vida siempre ahí, aunque espantoso, nos acostumbramos a mirarlo y a estar cerca. Sin temblores, sin náuseas.

Nos pasa con los crímenes más horrendos, nos pasa con las personas más repudiadas, nos pasa también con el INDEC. Ya no nos duele tanto. Cuando tocaron el IPC, nos rebelamos y, cada uno a su manera, protestamos. Ahora que es el turno del Censo solamente circulan curiosidades sobre como se puede ser censista o se dan charlas explicando los avances del Censo en fechas que merecerían más respeto. ¡Como si el Censo fuera una pieza menor y el IPC la esmeralda perdida!

Hace ya  tiempo que el tiempo hizo su trabajo, y las ofertas de empleo del INDEC fueron irresistibles por necesidad o por la ambición de quienes creen que su carrera se enriquece y potencia en un lugar así. Donde la anomia permite ocupar los sillones que fueron despojados a quienes protestaron, reclamaron o simplemente no aplaudieron.

En estos  días se discuten los proyectos de ley que pueden normalizar el INDEC. Los legisladores deberían apurar el trámite, porque puede ocurrir que decidamos que normal es como están ahora las cosas. Porque nos da trabajo, nos ilusiona con un nuevo "plan Censar". ¡Qué bárbaro!, ¿no?

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Está bueno el INDEC. Por ahí tenía razón el Secretario Oscuro. Había que partirlo por el medio, para ver la perla que escondía dentro, como una ostra.


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