Sólo creo en Dios,
todos los demás ¡traigan datos! (Deming)
Amigo mío:
Me pides que te cuente que es el Club Político, para que nos
encontramos, que es lo que hacemos, qué cosas son las que buscamos.
Parece asunto simple de desenredar, sin embargo a duras
penas puedo decirte qué buscaba cuando vine y que no encontré todavía.
Entre otras, está mi dificultad para salir del egoísmo que
me haría hablarte más de mí que del club que es el objeto de tu pregunta.
Encuentro en Borges, en su espíritu mágico y profundo, lo
que me parece que está en el origen de los clubes políticos. No son ni más ni
menos que conspiradores, participantes en una conjura, en alguna conjura, ¡vaya
a saber cuál conjura!
Porque efectivamente son “hombres de diversas estirpes, que
profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas”
Sobre lo que no tengo certeza es que efectivamente vayan a
“tomar la extraña resolución de ser razonables”
Tampoco me parece, pero esto no me parece malo, que hayan
“resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades”.
Lo que sí me parece que todavía les cuesta es aceptar “que
todas las empresas del hombre son igualmente vanas”.
A pesar de mi escepticismo que no puedo negar, creo que en
algún lugar (que no se si es donde le gustó ubicarla a Borges, allá, en las
tierras altas de Centroeuropa) “crece una torre de razón y de firme fe”.
Antes de buscar ayuda, tengo también que adherir simultáneamente
a la duda y a la esperanza: “acaso lo que digo no es verdadero, ojalá sea
profético”
Dejando descansar a Borges en su patria ginebrina con su
referencia a la ignota conjura de 1291, busco ayuda un poco más cercana. Tengo otro
amigo que según recuerdo me hizo comentarios, que pueden serte útiles, como lo
fueron para mí, cuando los escuche hace mucho tiempo.
EL decía o, peor aún escribió, que los Clubes políticos son
“soporte de una afirmación -individual, grupal, comunitaria- provocada por una
carencia social, cuya abolición se constituye en razón de su identidad y/o por
el cumplimiento de una expectativa común, que hace de la intervención pública
el horizonte de un destino en el que lo personal y lo colectivo encuentran
simultánea realización”. En su castellano peninsular, describe una visión de
grandeza y una misión de solidaria constitución.
Pero a renglón seguido advierte, sobre el peligro más grande
que amenaza aquellos propósitos. Tanto
le avergüenza lo que va a decir que lo atribuye a terceros “confinados en la
desalentadora contemplación de lo que son los clubes políticos” (hechos en su
tiempo y en su tierra). Esos son los que consideran a los clubes “expresión
culminante de la fatalidad pequeño-burguesa, como dóciles y seguros
instrumentos de autopromoción de su(s) gestor(es) y como vehículos exclusivos
del impune acrecentamiento de su notoriedad y haberes”. Y agrega, advirtiendo
su extrañeza porque:
“la realidad histórico-política no se agota en la peripecia [de
su tierra], de los tempranos ochenta, en torno al poder, sus inquilinos y sus
aspirantes”.
Los clubes traen en su currículo algunos antecedentes que
son impresionantes. Nada menos que la Revolución Francesa los tuvo como focos
de agitación intelectual y les dio su perfil definitivo. El texto que sigo
recuerda que “los clubes populares, en numerosas regiones francesas, son los
agentes más vivos y pugnaces de una voluntad de transformación política que no
quiere ponerle puertas a su campo. La convención es, al mismo tiempo, figura y
cúpula de un vastísimo entramado de más de 1.900 sociedades locales y de cerca
de 21.000 comités de vigilancia, sin los que no puede entenderse el múltiple y
agitado proceso de cambio de aquellos años cenitales.
Para entender el presente. El tiempo presente y el Club
presente, puede servirnos la taxonomía que propone:
1. Clubes filiales de los partidos
2. Clubes ideológicos animados por una personalidad política
más o menos independiente de los partidos
3. Clubes de reflexión y análisis de orientación
metapartidista
4. Clubes de intervención social
El destino del Club parece depender de la capacidad
diferenciadora de su identidad, de la adecuación de su respuesta a las
expectativas e intereses que encara y de los medios que puede movilizar. Y esos
equilibrios son interactivos y dinámicos.
Antes de terminar, debo confesarte que, sin pretensión de
generalidades, solo para el aquí y el ahora, en esta geografía argentina y en
este particular tiempo histórico y político, encuentro algunas oportunidades y
desafíos que el Club debe aprovechar y responder.
Hoy leí en el correo
de un socio que somos un “club de la polémica”. Le agradezco haberlo dicho.
Porque refleja lo que siento cuando se anima nuestra lista de correo. Se
enciende la polémica. Surgen espadas filosas, ocurrentes, irónicas que, a
veces, terminan ensangrentándose. Es la idea de ganar que tiene cierta retórica
extrema. ¿Es inevitable? ¿Acaso no nos encontramos en ningún plano de intereses
comunes? ¿Tenemos que ganarnos unos a otros? ¿Cuál es el poder que se disputa?
¿Esa es la idea de diálogo?
Creo oportuno detenernos un poco en la polémica.
Etimológicamente "perteneciente a la guerra". Es el producto
confrontativo de la retórica, arte de persuadir y de conmover. “La naturaleza misma de la deliberación y de
la argumentación se opone a la necesidad y a la evidencia, pues no se delibera
en los casos en los que la solución es necesaria ni se argumenta contra la
evidencia. El campo de la argumentación es el de lo verosímil, lo plausible. lo
probable, en la medida en que este último escapa a la certeza del cálculo”.(Perelman, Ch., Olbrechts.tyteca, n.d.)
Al respecto creo que polemizar no es lo único posible. Hay
oportunidades de correr los límites de la discusión política clásica,
incorporando modos de argumentación y de análisis que saquen mayor provecho de
la información.
Para ello puede servirnos aceptar el enfoque de Gonseth “El
progreso real de la ciencia no es un paso de certeza en certeza, de realidad en
realidad, sino un paso de una evidencia provisional acumulativa a una ulterior
evidencia provisional y acumulativa" Citado en (Perelman, Ch., Olbrechts.tyteca, n.d.)
Creo que el Club podría hacer un aporte sustancial a la
práctica democrática fomentando este “giro retórico”.
Esos modos de interactuar, permitirían elaborar consensos
sobre aspectos de la política que solamente aparecen diseminados y fragmentados
en nuestra correspondencia actual. En ese sentido hay cuestiones que están
pasando institucionalmente y que reclaman atención.
Prácticamente desde mi ingreso al Club, he comentado la
conveniencia de poner atención en las instituciones estadísticas involucradas
en la producción, el análisis y la educación. Las respuestas fueron diversas,
desde las silenciosas, animosas, prometedores, hasta las irónicas.
No he hecho más que agregarme a la secular secuencia de impulsores
de la estadística, que se inicia con Rivadavia en los albores de la Revolución,
sigue con sus directivas de 1820 y llega hasta su presidencia. Alberdi recupera
esa impronta, y además de incluir el Censo como herramienta de la
representación, reclama claramente un lugar para la ciencia:
“¿Sería ley la voluntad de un Congreso, expresión del
pueblo, que, teniendo en vista la escasez y la conveniencia de brazos, ordenase
que los argentinos nazcan con seis brazos? ¿Sería ley la voluntad general,
expresada por un Congreso constituyente, que obligase a todo argentino a pensar
con sus rodillas y no con su cabeza?”(Alberdi 1915) Y agrega citando:
«Fatal es la ilusión
en que cae un legislador, decía Rivadavia, cuando pretende que su talento y
voluntad pueden mudar la naturaleza de las cosas, o suplir a ella sancionando y
decretando creaciones»
A veces da la impresión que, tanto a los analistas como a
los funcionarios, solamente los conmueven los sondeos de opinión que algunos,
muy ligeramente, califican como científicos. Un antecedente de aplicación de
los análisis académicos a la política, se lo debemos al senador americano
Moynihan. El decía: “Todos tienen derecho a su propia opinión, pero no a sus
propios hechos”.
Así llegamos a este presente, con interrogantes que
responder, decisiones que tomar y acciones que desarrollar.
No está en mi ánimo alimentar críticas ni formular
pedidos. Me limito a describir hechos y
comentar que, a mi modesto entender, en el Club nos debemos una reflexión sobre
nuestras circunstancias y nuestros anhelos, dándole densidad a nuestra
actividad y fortaleciendo los vínculos con la sociedad y la ciudadanía.
Te agradezco la paciencia y tu interés, afectuoso e
inteligente. Antes del punto final, quiero repetir, una vez más, la conjetura prospectiva de H.G. Wells:
“Llegará el día en que saber estadística, será tan importante para la
ciudadanía, como leer y escribir”