Una reparación impostergable
La Democracia merece su ley de Estadística, después de más
de 50 años transcurridos bajo la matriz acuñada por la dictadura, en 1968.
La democracia y la estadística son interdependientes y
el desarrollo de cada una está sujeto al destino de la otra. La estadística
pública solamente prospera en un clima democrático, abierto y tolerante. Pero
la democracia tampoco se consuma si sufre la carencia estadística, que le
impide conocerse y poner en práctica los modos razonables de argumentación que
le son propios, sostenidos en la fuerza de la evidencia de los hechos más que
en la enjundia de la elocuencia retórica.
“Sin información veraz y confiable los sistemas
democráticos palidecen.”, dijo Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL,
con ocasión de la quinta reunión de la Conferencia Estadística de las Américas.
Las estadísticas desempeñan un rol significativo en la
gobernabilidad ya que proveen datos clave para evaluar la rendición de cuentas
y la transparencia de las decisiones públicas. Su perfeccionamiento es esencial
para el buen funcionamiento de los sistemas democráticos.
La participación y el consenso deben ser los ejes
institucionales del sistema estadístico. Para ello, los contenidos seleccionados
deben ser relevantes para la sociedad, en cada momento histórico y tienen que
servir para guiar la marcha común hacia un futuro superador de injusticias y
desigualdades.
Prioridades y datos
En este momento la reducción de la pobreza es una
prioridad absoluta en nuestra sociedad. Es de un orden moral sagrado terminar con
urgencia con las formas espantosas de miseria que se encuentran a lo largo y lo
ancho de nuestro país. Hay que rescatar a los niños de las garras del hambre,
de las plagas endémicas, de una educación tan enclenque como los mismos párvulos.
Para hacerlo eficazmente se necesitan datos. Saber
cuántas son las victimas del atroz flagelo de la marginación, cómo son las
condiciones en que se manifiesta la indigencia y dónde se encuentra tanta
desdicha.
Por otro lado, en este dualismo contradictorio, también es
preciso conocer los recursos disponibles, la riqueza y los medios que se pueden
movilizar. Porque la desigualdad no surge solamente de la presencia de los
pobres. Hay desigualdad porque algunos, felizmente muchos, no son pobres. Y
deben ser solidarios, a través de un Estado activo, responsable y transparente.
Un estado democrático debe describir claramente la
situación, para explicar sus planes y demostrar los efectos de sus acciones. El
sistema estadístico está, en consecuencia, en la primera línea de esta batalla,
que debe librarse sin descanso y sin deserciones. El censista es el primero en
llegar a muchos lugares necesitados del país. El avanza “en descubierta”,
contando y registrando. Esas cuentas son el principio de cualquier estrategia de
acción social integral.
Valor de la información
La información estadística es parte del patrimonio
nacional, como la red de carreteras. Su valor es asimilable a las reservas de
oro del país. Está formado por el aporte de todos los que contribuyen con su
saber, a formar el gran fondo de conocimiento colectivo que permite tomar
acciones mejor justificadas.
La estadística es una herramienta fundamental para
apoyar la gestión pública basada en resultados. La información estadística
sirve de apoyo a la gestión de las políticas públicas en todas sus etapas:
desde la detección de las necesidades, el diseño, monitoreo y ejecución de las
políticas, hasta la evaluación de sus resultados.
La democracia, con un sistema estadístico organizado,
moderno y orientado a la demanda, puede alcanzar una alta efectividad en la
prosecución de objetivos como los del Milenio y aventar la nostalgia por la
presunta eficiencia de los modelos autoritarios, que descalifican el debate y
el consenso, en aras del oportunismo y la rapidez fundamentalista.
Las estadísticas públicas de calidad, relevantes y
oportunas contribuyen al bienestar social a partir de su impacto en la eficacia
y eficiencia de las políticas públicas en todos los ámbitos. En definitiva, un
sector público más eficaz y eficiente puede maximizar su aporte a la solución
de los problemas de los ciudadanos y dar mayor solidez al funcionamiento
democrático.
Organización del sistema estadístico
La organización del sistema estadístico debe expresar un
fuerte compromiso democrático, que enfatice la participación y el consenso. Que
se oriente a la demanda y tenga un fuerte perfil profesional.
La alta sensibilidad necesaria para
reconocer el orden de prioridad de las demandas de los usuarios, requiere el
funcionamiento de órganos de intercambio, evaluación y consenso que, sobre la
base de una adecuada y amplia representación sectorial y federal, legitimen las
decisiones que se tomen en cuanto al alcance y la oportunidad de los contenidos
de planes, programas y proyectos estadísticos.
La participación en la formulación
de conceptos, categorías y procedimientos de medición es una condición
necesaria para la aceptación de los indicadores y su empleo en las diversas
instancias de negociación en que participen los actores sociales mencionados,
lo que enriquecerá sin duda, los debates y fomentará soluciones consensuadas.
Por otro lado, nuestra organización
federal se expresa plenamente en materia estadística, que le ha sido reservada
en la Constitución a las provincias. Para valorar debidamente la importancia del
federalismo para el éxito, basta mencionar el largo período transcurrido entre
el IIIer. Censo Nacional de Población de 1914 y el IV° Censo Nacional de
Población de 1947, durante cuyo transcurso se multiplicaron proyectos en el
Congreso, que las cuestiones políticas surgidas de las transformaciones
operadas en el país hicieron naufragar uno tras otro, especialmente en el
Senado.
Alfabetismo estadístico
Pero las estadísticas, como producto resultante del
sistema propuesto, solamente son un factor necesario del proceso de aprendizaje.
El otro es la capacidad de análisis, las habilidades para interpretar los resultados,
que le otorgan significado y sentido a los valores observados. Esa capacidad,
esa forma de “alfabetismo estadístico” necesario, no es un conocimiento
exclusivo, especializado o esotérico. Por lo contrario, debe constituir una
parte fundamental de la educación común de todos, para que cada uno pueda
ejercer plenamente una ciudadanía crítica. La escuela, en todos sus niveles
debe contribuir a esa formación. Y el sistema estadístico debe participar del
proceso educativo a través de un centro de excelencia.
Una oferta de datos a cargo de profesionales calificados
y una demanda activa y preparada para el análisis intenso de los datos, pueden
conformar un círculo virtuoso, que permita el mejoramiento continuo de la base
de información disponible.
La política de los grandes números
Las estadísticas oficiales incluyen
trabajos que no encuentran semejanzas en el campo privado. Así, por ejemplo,
los Censos no solo constituyen las mayores encuestas que se llevan a cabo en el
país. Son la más grande movilización en tiempos de paz. Ese tamaño excepcional,
que caracteriza a la acción pública en la producción estadística, plantea
problemas que requieren una preparación especial de aquellos que deben
enfrentarlos y al mismo tiempo genera serias cuestiones relacionados con la
“carga estadística” y con la privacidad que debe garantizarse durante todo el
proceso a los informantes.
La “carga estadística” debe ser
controlada mediante la coordinación que evite la duplicación de tareas.
El Secreto Estadístico constituye la
clave de bóveda de todo el sistema. Su amplio alcance y riguroso cumplimiento
son imprescindibles para generar un espacio de confianza y cooperación entre
los informantes y los productores.
La difusión de la información es la
culminación de una larga cadena de esfuerzos y compromisos metodológicos y
logísticos. Es la razón última de todo el sistema y debe estar regida por la
regla de la más amplia divulgación. Esa divulgación debe asegurar la igualdad
en el acceso y por lo tanto las consultas no deben ser onerosas
Conclusión
Hernán Otero denomina al período de los tres primeros
censos, como la “edad del entusiasmo”. Estamos frente a un tiempo que exige una
nueva “edad del entusiasmo”. La información pertinente y válida, referida a los
problemas de la gente, debe proporcionar la necesaria base para la elaboración
de propuestas políticas basadas en hechos y la toma de decisiones consensuadas.