En el 2008 había transcurrido un año de la intervención del
INDEC. En la feria del libro de ese año presenté “LA VERDAD DE LAS
ESTADISTICAS”.
Han pasado 10 años. La mayor parte de ellos transcurrieron
bajo el régimen kirchnerista y con las estadísticas publicas torpemente
distorsionadas. Este año es el tercero de la presidencia de
Macri.
Durante estos años he compartido con ustedes comentarios y
opiniones sobre las estadísticas, pero fundamentalmente desde el punto de vista
de la Estadística a secas.
En LA VERDAD DE LAS ESTADÍSTICAS trate de describir el
proceso personal de la estadística como parte del pensamiento. También quedaron
señaladas en ese texto las relaciones personales que surgen a partir de los
diferentes intereses, como es el caso de los usuarios, los productores, los
medios, la educación y los informantes. (ACCESO AL LIBRO I)
Mi intención en esa oportunidad fue poner a la luz pública,
el carácter elemental y primitivo de los procesos básicos sobre los que se
desarrolla el pensamiento estadístico. En resumen, expresar que la estadística
es “observación, memoria y razón”.
Su material básico es la experiencia, tal que entonces
resulta natural tomar como una referencia a ella el dicho “la experiencia es la
madre del saber”, que a veces se enuncia también “la experiencia es la madre de
la ciencia”.
Pasaron 10 años, por los cuales el CPA ha sido congratulado
por múltiples y diversas expresiones.
Coincide nuevamente este aniversario con la publicación de
“LA REPÚBLICA DE LOS DATOS”. Este libro continúa las líneas de “APRENDER…” Y
las prolonga decididamente hacia el terreno social. Es la consecuencia directa
de las acciones devastadoras iniciadas en 2007 y mantenidas hasta diciembre del
2015.(ACCESO AL LIBRO 2)
Cuando publiqué “APRENDER…” alimentaba la esperanza de que
los actos que culminaron a fines de enero del 2007 fueran fugaces y la sociedad
pudiera reaccionar corrigiendo ese desvío.
No pasó así, el proceso se prolongó durante nueve años y las
reacciones se limitaron a la producción alternativa de datos. De múltiples
datos.
En 2010 como consecuencia de los resultados electorales del
año anterior, pareció que la oposición estaba en condiciones de elaborar una
nueva ley de estadística. Hubo múltiples proyectos que culminaron en propuestas
divergentes en senadores y diputados, que neutralizaron la posibilidad de
decidir algún cambio.
El nuevo gobierno recibió un INDEC roto, con instrumentos descalibrados
y alterados, y con una diversidad de problemas adicionales que hicieron
necesaria la declaración de la emergencia para dicho instituto.
No cabe ninguna duda, que es importante y meritorio, haber
hecho funcionar nuevamente los relojes principales de medición: precios,
empleo, PBI, entre los más notorios.
Sin embargo, no puedo dejar de llamar la atención sobre un
hecho curioso. El 31 de enero pasado el INDEC organizó las “JORNADAS
INTERNACIONALES DE ESTADÍSTICA”, con motivo de cumplirse 50 años de la sanción
de la ley 17622.
Resultó sorprendente esa reunión no por el temario, tampoco
por los expositores, lo más granado del sistema estadístico mundial, ni por la
concurrencia que fue muy numerosa.
Es alarmante porque se lo presentó como una celebración,
donde lo que se festejaba era el resabio de una dictadura, una estructura
residual que manifiesta en su orden conceptual la naturaleza autoritaria del
régimen que la engendro.
La ley 17622 debió haber sido cambiada hace muchos años. Es
una grave deuda que tiene la democracia consigo misma y con la sociedad.
El mundo ha transitado, en las últimas décadas, un notorio desarrollo
de las estadísticas públicas, donde se cuenta con la base de conocimientos en
la materia que acumulan los principales organismos mundiales, Naciones Unidas,
Banco Mundial, OCDE, OIT, BID, FMI.
Por otro lado, países tan distintos, como Méjico, Reino
Unidos, Nueva Zelandia, han formulado organizaciones que buscaron reconocer la
importancia de la Estadística, jerarquizándola en la propia Constitución,
poniendo la autoridad en el Parlamento o dándole nivel ministerial en el
Ejecutivo.
No se expresaron preocupaciones similares entre nosotros.
Basta revisar los proyectos discutidos en 2010 o los actuales borradores que
han trascendido, para comprobar la escasa relevancia que se le otorga a la
función estadística.
Para ilustrar el vínculo interactivo entre estadística y
política, basta señalar los grandes acuerdos propiciados por las Naciones
Unidas. Los Objetivos del Milenio fueron la primera expresión global de la
relación entre política y estadística, que se vieron perfeccionados como
expresiones de política basada en la evidencia con los actualmente vigentes
Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Nuestro país adhirió a ambas propuestas, de las cuales
derivan naturalmente lineamientos para un programa nacional de estadística. Sin
embargo, no debe omitirse el hecho de que los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible
y las 169 metas, se plantean en un contexto en el cual los procesos de evaluación
de políticas sociales y medio ambiental, han tenido un fuerte desarrollo en el
mundo.
La evaluación, especialmente la evaluación del impacto de
las políticas, saca a la luz el hecho indudable que, frente a una medición, las
evaluaciones de los resultados obtenidos pueden diferir, dependiendo de los marcos
de referencia, aplicados para darles sentido.
La interpretación o evaluación es una etapa esencial del
proceso de medición, a cuyos resultados otorga sentido el marco interpretativo.
La complejidad de los hechos, que para su medición deben ser aislados y
simplificados, reaparece en el momento de interpretarlos, bajo los términos de un
modelo más amplio, que en general no es único, especialmente en el campo social.
Esto lleva a preguntarse qué herramientas, que métodos, pueden servir para
confrontar las distintas interpretaciones.
Si observamos bien, estamos en un escenario ocupado por
diversas expresiones (intereses, escuelas de pensamiento, teorías, doctrinas).
Ese escenario fragmentado debe conciliar, para lo cual cada interpretación
dispone de un volumen de argumentos que deben ser contrastados con los de las
restantes interpretaciones, estando todas contestes en que debe llegarse a un
acuerdo y permitir la toma de decisiones en base a los resultados obtenidos. Un
resultado puede ser suspender las decisiones.
Salta a la vista que nada obliga, de acuerdo a lo descrito,
a que necesariamente se tenga que acordar. Puede encontrarse objeciones de tal naturaleza
que prevalezcan sobre el resto de los argumentos.
¿Cuáles pueden ser esas objeciones? Se destacan entre otras,
las que cuestionan los resultados obtenidos del proceso de medición, por
irrelevantes, inoportunos o no confiables.
Buscando remedio a esta situación parece recomendable que
los evaluadores, en general los interesados, cada uno munido de su marco propio
de referencia, intervengan activamente en la definición de los métodos y
procedimientos de medición, en los cuales se tengan en cuenta las dimensiones y
conceptos que cada uno tendrá en cuenta posteriormente, en el momento de
evaluar los resultados.
Es decir que la medición se desarrolla entre dos
conversaciones. En la primera se pactan las características del proceso de medición
y en la última se compulsan los resultados, de acuerdo a los criterios
convenidos. Los indicadores resultantes reciben el nombre de indicadores
fronterizos, porque se ubican de tal modo que pueden ser compartidos por los
distintos campos involucrados.
Este enfoque se asocia también necesariamente, a una nueva
visión de la ciencia que reconoce en su formulación los factores que influyen
cuando el modelo experimental cerrado, se abre y las variables internas quedan
expuestas al contexto. Este es específicamente el caso de las mediciones
sociales, donde no resultan aplicables ni útiles, los diseños experimentales
clásicos.
Este enfoque recibe el nombre de “ciencia posnormal” o
también “MODO2” de la ciencia, entendiendo por MODO1 el tradicional, que en el
ámbito científico “practican casi todos, casi todo el tiempo”.
Me parece claro que en este giro epistemológico hemos
llegado a un terreno donde los recursos y los métodos son políticos. En
consecuencia, el problema que fue planteado inicialmente como estadístico, se
ve claramente que en el caso de las estadísticas públicas es un problema
político.
Si hiciera falta alguna razón particular para reforzar este
encuadre ella puede ser encontrada en la naturaleza de la evaluación de
impacto, que corona la cadena evaluatoria y se resuelve dentro de una
“comunidad ampliada de evaluadores”. Es decir con el conjunto de los
interesados, beneficiarios o actores, en determinada política, programa o
proyecto.
Finalmente, como los evaluadores no son estratos sociales estrictos
y definidos, sino representantes de los interesados en las consecuencias de la política
bajo análisis, resulta interesante señalar que en este planteo reaparece la
necesidad de perfeccionar la capacitación, la participación y la representación
de los ciudadanos.
La educación estadística se convierte así en un eje de la
renovación educativa que tanto necesita nuestro país. Ciudadanos preparados en
la lectura y el análisis de datos, demandarán que la conversación política se
alimente de referencias concretas a la medida de los problemas y en
consecuencia al grado en que éstos pueden resolverse. No admitirán una mera
retórica a veces voluntarista, otras veces amenazante, y casi siempre las dos
cosas.
Se debe instalar una nueva forma de discurso político, que
abandone los juegos retóricos, y se concentre en los hechos y en los medios
para modificarlos y obtener los resultados buscados. Ese discurso debe
responder preguntas como las siguientes: ¿Cuánto cuesta arreglar eso? ¿Cómo se
puede pagar? ¿Que se conseguirá con cada
plan de pago? ¿Que se gana con eso?
Finalmente, es fácil observar en los debates actuales cierta
tendencia a ocuparse especialmente de las desviaciones y anomalías, que se
presentan durante el desarrollo de un determinado proceso, y se presta menos
atención hacia donde se dirige, con qué velocidad e intensidad se mueve el
flujo principal, la corriente central.
Parece que también aquí gobierna el principio de que sólo
una mala noticia es noticia. De ninguna manera se puede desconocer la
importancia de vigilar y auditar los procesos, con el objeto de medir también
las desviaciones y tomar en cuenta su peso relativo a la hora de juzgar el
movimiento general, distinguiendo los desvíos propios de la naturaleza del
proceso, de aquellos atribuibles a condiciones evitables. Sobre esa base diseñó
Deming el control de calidad y sería útil repasarlos.
Al cerrar quiero proponer, que dentro de la diversidad de
interesantes intercambios que se producen en la sociedad, comiencen a ocupar un
lugar los aspectos cuantitativos, que tienen un gran protagonismo si seguimos
una marcha gradual, es decir por grados, por cantidades que se acumulan o
descuentan en el tiempo, en reemplazo de ilusorios saltos cualitativos, que
repentinamente nos lleven al primer mundo o a la luna. Y generalmente terminan
en la lona.