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16 enero 2020

Si podemos...



Considerar a la estadística como una forma organizada de exponer nuestro conocimiento y justificar nuestras acciones por medio de los datos que obtenemos mediante la observación metódica de la realidad.
Reconocer que siempre los datos serán imperfectos. Que por esa razón no podrán llevarnos a conclusiones automáticas, sino que siempre estarán exigiendo nuestra participación activa, desde su diseño y producción hasta las decisiones  finales que se basan en ellos.
Comprender que esa insoslayable intervención personal, hace que todo el proceso estadístico incorpore una componente moral imprescindible, porque “si los números no mienten”, como sostiene el dicho popular, ¿quién tiene ese poder?
Admitir que antes de los temas técnicos, que tienen soluciones técnicas, se levantan factores críticos, que constituyen el contexto, el trasfondo determinante: patrocinantes y productores. Ellos son atravesados por la trama de intereses relacionados con la materia que se está observando. Deben tener fuertes principios, códigos efectivos que les eviten caer en  la tentación de ejercer violencia sobre los datos.
Entender que la sociedad de la información, en marcha hacia la sociedad del conocimiento, no es un modelo para armar, sino un proceso de educación continua que solamente avanza en la medida en que suma mentes y voluntades, convencidas de que si no empezamos a manejar criteriosamente los datos en la producción de argumentos razonables, no podremos escapar de los dogmatismos rígidos e indiscutibles.
Contribuir a que el contexto sea día a día más propicio a un estilo de argumentación fundado en la información.
Aceptar que el aporte que se nos pide cuando nos convoca alguna encuesta o relevamiento, debe servir para formar ese capital común de conocimiento que puede darnos una sociedad mejor. Y no será entonces solo una pérdida de tiempo o un encuentro evitable, sino un compromiso asumido en plenitud.
Advertir que más allá de los números en los que se refleja o de los gráficos que la sintetizan, la estadística es una parte de ese medio extraordinario que acompaña a la humanidad en su largo viaje: el lenguaje. Y esto se hace evidente cuando un cuestionario vincula el universo de los interrogantes, con el saber propio, no revelado, exclusivo, del interrogado.
Permitir que el azar, generador de incertidumbre, nos ayude a entender mejor las cosas que pasan bajo sus leyes, que organizan los resultados, de los dados, el vacilar de los átomos, o nuestra propia herencia genética.
Evitar el encierro de la visión en túnel, cuando se trata de atribuir causas a los efectos. Siempre la ventana desde la que miramos el mundo, mira hacia un lado, nos deja cierto ángulo ciego, es parcial y limitada. Tratemos de salir de ese cuarto, aunque solamente sea para entrar en otro, más grande. O cambiemos la orientación de la ventana, para ver otro lado de las cosas.
Dar a los resultados, la importancia que verdaderamente tienen. No por detalle decimal de sus cantidades, ni por la críptica complejidad de los cálculos realizados, sino regidos por el problema al cual se aplican, único capaz de otorgarles el reconocimiento de su utilidad.
Si estamos en disposición de ánimo para asumir esos compromisos, somos una fuerza que desde el lugar de cada uno, puede hacer que las cosas empiecen a cambiar.

HOA  


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