"La historia ocurre dos
veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable
farsa"
Marx
Los héroes clásicos reflejados en los espejos
cóncavos dan el esperpento.
Las imágenes más bellas en un espejo
cóncavo son absurdas.
Como si los héroes antiguos
se hubiesen deformado en los espejos cóncavos de la calle,
con un transporte grotesco, pero rigurosamente geométrico.
Y estos seres deformados
son los héroes llamados a representar una fábula clásica no deformada. Son
enanos y patizambos que juegan una tragedia
Max Estella
Una larga sucesión de argentinos
preocupados ha buscado desde el principio explicaciones a nuestro devenir
decadente.
Con distinto énfasis según su
época y sus temperamentos levantaron su voz Sarmiento, Alberdi, Ingenieros,
Mallea. Y otros entre ellos y después de ellos.
En todos los casos se encuentra
una voz que se levanta para despertar conciencias. Una voz que busca
interrumpir la pasiva ensoñación que parece una tentación de la pampa inmensa y lanza un llamado a la construcción de una realidad mejor, poniendo el cuerpo y el
alma en la empresa.
Este año se cumplen 100 años de Luces
de Bohemia donde Ramón del Valle-Inclán bautizara el estado de cosas que
constituyen un esperpento. A mitad de la década siguiente nuestro inolvidable
Discepolín puso en música y letra, la pintura más descarnada del triste rumbo
que tomaba la sociedad. Cambalache fue el retrato de una sociedad en retirada
que veía como todos sus valores se iban deshaciendo y empezaba a emerger una
forma disolvente de vida que siguió haciendo su trabajo pese al grito
desesperado de algunos, argentinos despiertos al decir de Mallea, que clamaban
por detener el derrumbe.
Vivimos revolca'os en un merengue
Y en un mismo lodo
Todos manosea'os
Hoy resulta que es lo mismo
Ser derecho que traidor
Ignorante, sabio, chorro
Generoso o estafador
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro
Que un gran profesor
A comienzos de los 30 la lucidez
de Ortega definió con seguros trazos en la Rebelión de las masas el sentido del
movimiento que se estaba produciendo, y puso precisamente el dedo en el motor
de ese proceso en el mundo, que fue el resignado abandono por las clases dirigentes de su
ejemplaridad obligatoria, que fue reemplazada por la escucha obediente de la
cacofonía ruidosa de muchedumbres pretenciosas, a las que sirvieron mediante
formas desviadas de una democracia que se convirtió en propietaria, adicta a
ahondar las asimetrías entre deberes y derechos, permitiendo que estos solo
tuvieran eco y se perdiera el necesario orden social, los inevitables límites
entre derechos que colisionan y el vital equilibrio entre los sectores y grupos
que dinamizan e impulsan la evolución de la sociedad.
Aquellas obras intentaron abrazar
en conjunto a la sociedad, incluyendo en ese abrazo las materialidades en que
expresan su potencial y la prosperidad de un país, pero también abarcando las
creencias y motivaciones más profundas que le dan sentido al vivir juntos y que
constituyen el espíritu de una nación.
A comienzos de los 90, en “Un
país al margen de la ley”, Carlos Nino ofrece un reflexivo análisis y propone
reformas para ocuparnos del Cambalache en que nos hundimos, por la marcha en
reversa que hemos seguido.
En el año 2006, Carlos Waisman
describe las consecuencias del miedo a la revolución, en las elites y de un
Estado desarraigado, que viró de mandatario a autoritario, que juntos provocan daños
estructurales que determinan, como el factores claves, la insólita “inversión
del desarrollo” argentino..
El espíritu largamente reconocido
que nos dio identidad y carácter como argentinos, antes del derrumbe, estuvo marcado
a fuego para toda la historia por la gesta generosa de San Martín repartiendo
libertad por medio continente.
Ser argentino era ser alumno de
las escuelas de Sarmiento, ese campeón gigantesco de la educación que logró lo
que nadie había alcanzado en el mundo, que ser argentino fuera sinónimo de
estar educado, en cualquier rincón del territorio en que viviera.
Esa Argentina fue capaz de
abrirse al mundo y recibir oleadas de hombres y mujeres que al final resultaron
ser más numerosos que los anfitriones que los invitaron y acogieron para hacer
juntos un país de un desierto.
La escuela hizo de todos ellos
compatriotas y los dotó de esperanza y oportunidades. Era proverbial escuchar
hasta bien entrado el siglo XX hablar de la capilaridad social de la Argentina,
esa maravillosa propiedad que tienen los líquidos de ascender por estrechos
canales.
La educación fue un enorme motor,
con la confianza en ella como llave para el progreso en la vida, confianza
ilimitada que a veces puso tensiones como en M’hijo el dotor de Florencio
Sánchez.
Pero al final del camino le dio a
la Argentina una cultura, intelectuales brillantes, científicos ganadores del
Nobel, y una cálida admiración por lo que se había logrado en este rincón
lejano del sur.
Pero hoy todo eso cambió. Está
escrito en Cambalache:
No hay aplazaos (Que va a haber) ni escalafón
Los inmorales nos han iguala'o
Si uno vive en la impostura
Y otro hala en su ambición
Da lo mismo que sea cura
Colchonero, Rey de Bastos
Caradura o polizón
El boletín y el informe escolar
de los chicos encerrados de Argentina 2020, también dice que aprendieron, que
saben, que tienen Suficiente en todo. Que alcanzaron objetivos y una sarta de
patrañas.
Es una cosa extraña el
gremialismo docente. Reniega de la herencia, renuncia al Magisterio, denigrando
la excelsa dignidad de enseñar, haciendo del privilegio de llevar las jóvenes
mentes hacia el futuro, hacia el conocimiento, en vulgar labor de ganapanes,
capaces de dejar las escuelas cerradas durante meses, embarcados en aguerridas
luchas proletarias. Abandonando las generaciones futuras, que pone la historia
en sus manos, prisioneras de la ignorancia, ciegas y desarmadas,
En medio de nuestras penas, hoy
suena quizás exagerado y grandilocuente el Canto a la Argentina que Darío compuso
cuando el Centenario. La tercera estrofa proclama:
¡Argentina, región de la aurora!
¡Oh, tierra abierta al sediento
de libertad y de vida,
dinámica y creadora!
¡Oh barca augusta, de prora
triunfante, de doradas velas!
Que voz tan lejana
la del poeta excelso hoy aquí, en medio de la grosería prepotente y de la perversión
rampante.
Parecía que el destino de esta
patria no tenía techo, en su proverbial generosidad y respeto sintetizado en el
lema que hizo ganar al canciller Saavedra Lamas el Nobel de la paz, cuando
planteó el principio de que” la fuerza no da derechos”. Tal vez un eco del juicio
lapidario a la violencia, que hizo Alberdi en “El crimen de la guerra”
Pero esa parábola mágica que nos
proyectaba al futuro como una flecha dirigida al triunfo, se rompió hace 90
años. Cuando algún general y coroneles adictos, se hicieron eco de sectores que
mezclaban los privilegios con el oscurantismo, y encabezaron el asalto, decididos
a quebrar el molde institucional que nos sostenía, inaugurando una seguidilla
de pretensiones alucinantes, que llevaron al país de quimera en quimera a
destrozar su cuerpo material y a desanimar la voluntad social que nos auguraba
herederos de una historia común, a la sombra de una única bandera.
Cuando observamos los hombres y
mujeres que pretenden dirigir este país, esta Argentina nuestra con una
historia tan rica, con héroes tan valientes y generosos, es imposible no
entristecerse viendo el penoso balance que resulta de la comparación.
Solamente es posible concluir que,
superando el texto de Discépolo, hoy el Cambalache llegó al poder, por encima
de todo, pretendiendo inclusive cambiar hasta el idioma.
Es lo mismo el que trabaja
noche y día como un buey
que el que vive de los otros
que el que mata que el que cura
o está fuera de la ley
La pregunta que me hago, y que
quiero compartir con vos que estás leyendo estas líneas, busca descubrir si
tiene remedio este estado de cosas.
¿Tienen reserva los argentinos
para salir de esta espiral descendente, y sacar a relucir sus propias vidas
individuales y en consecuencia la resultante vital de la sociedad?
¿Quedan todavía convicciones de
que lo bueno, la verdad, y la belleza, valen la pena y le dan sentido a la vida
y a la muerte?
Si creemos que todavía queda, como
sin duda espero que lo haya, una brasa encendida, un rescoldo del fuego sagrado
que encendieron los fundadores de la patria, que animaron las guerras de la independencia
y que inspiraron a los organizadores de la nación.
Si no nos hemos perdido del todo, si
somos capaces de abrazar nuestros hijos y nietos e intentamos llevarlos a un
futuro donde puedan ser felices, donde puedan participar como constructores de
un país justo y generoso, donde siempre la mirada esté puesta en el horizonte
futuro y los pies firmemente apoyados en la tierra del presente.
Si es así, si ese fuego sagrado
existe, Argentina puede salvarse. No sin dolor, no sin sacrificio, no sin un
esfuerzo sostenido y desinteresado.
Solo abandonando el tono chabacano de
la farsa y asumiendo la seriedad dramática de la vida, que la tragedia expresa.