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02 abril 2021

Una pobre sociedad

 

Ese ánimo adormecido, esa sensibilidad apocada, ese ejercicio constante de mirar al costado y de no meterse, es él que permite el crecimiento, como una hierba mala, de pretenciosos amorales que se encaraman al poder y siguen cavando el pozo en que nos hundimos

Se difundieron los datos del nivel de la pobreza en la Argentina, en el segundo semestre del año 2020. 

Cuatro de cada 10 argentinos son pobres. Seis de cada diez adolescentes son pobres.

Cuando la pobreza se extiende hasta los niveles mencionados,  en profundidad, ¿qué es lo que está pasando?

Una lectura superficial nos llevaría a distinguir que hay un sector, la otra mitad de la población, que no es pobre. Lo que lleva a preguntarnos , ¿qué pasó?, ¿Cómo pasó? Y finalmente, ¿por qué pasó?

Al buscar respuestas para esos interrogantes vamos tomando conciencia que no estamos frente a una sociedad pobre, sino que es un caso patético de pobre sociedad.

Cuando la exclusión discrimina un número tan grande de personas, el eje del razonamiento deja de ser cómo estimularlos, cómo compensar las desventajas de haber nacido pobre, y toma cuerpo la fuerte convicción que la raíz del mal no está en la naturaleza empobrecida de las víctimas sino en las múltiples formas del egoísmo mezquino que señorean en el ánimo de los que se apoltronan en su zona de confort.

Mirando para otro lado, se permiten seguir sus vidas, ignorando las miserias que los rodean, donde cada vez con más frecuencia, se cruzan sus vidas con una mano tendida pidiendo ayuda

Entonces el pensamiento que surge y, a  veces la palabra acompaña, es un reclamo al gobierno, por la condición del miserable que duerme en la calle, y que le provoca incomodidad al viandante que es interceptado por su demanda de ayuda.

El futuro de esa sociedad con tales índices de pobreza y de miseria es muy oscuro. Y evitar caer en el abismo es muy difícil.

Es difícil porque la inversión de los términos nos permitirá entender qué es lo que pasa realmente en lo profundo de esa sociedad en crisis. No se trata de una sociedad pobre, sino de una pobre sociedad.

Una sociedad con la conciencia adormecida como denunció Eduardo  Mallea hace más de 80 años, una sociedad anómica indisciplinada y rebelde cómo describió Carlos Nimo hace 60 años. Una sociedad víctima de cuentacuentos políticos, que usaron la fantasía de un relato imaginario, durante los últimos 80 años, para ocultar su incapacidad  para conducir o directamente su naturaleza ventajera y aprovechadora de las delicias del poder.

Ese ánimo adormecido, esa sensibilidad apocada, ese ejercicio constante de mirar al costado y de no meterse, es él que permite el crecimiento, como una hierba mala, de pretenciosos amorales que se encaraman al poder y siguen cavando el pozo en que nos hundimos.

Frente a ellos sólo queda repetir gritando a voz en cuello aquel llamado de Mallea cuando clamaba convocando a los argentinos insomnes, argentino sin sueño, a cambiar, a levantarse, a emprender la fenomenal tarea de salvar a la República y rescatarla del fango en el que hoy yace postrada.

Practicando esa virtud de la unión, de la fraternidad, de la generosidad y el desprendimiento. Abandonando esa desdichada tara de la viveza qué tan caro nos ha costado.

Si somos capaces de darnos la mano, si somos capaces de volver a abrazarnos, si tenemos la humildad de ponernos a tirar del carro todos juntos, podremos caminar hacia un futuro más digno de nuestra historia, que reciba a nuestros hijos y nietos con las ilusiones que merecen tener en la vida.

Hugo Oscar Ambrosi

B AIRES

Abril de 2021


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