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10 noviembre 2021

La dualidad fecunda de la vida

 Sobre igualitarismo, discriminación y diferencias. 

Amor, pareja , sexo, matrimonio


El núcleo luminoso y central de la vida humana no es uno. Es binario. Se enciende con luz brillante, irradiando generosamente su contorno cuando el impulso de la especie se manifiesta en el misterio repetido e inagotable del eterno renacer, en el encuentro de la mujer y el hombre..

Las nupcias amorosas envuelven con ternura el futuro de la vida. La tibieza del vientre y el vigor del abrazo, se conjugan en la recreación del mundo, noche a noche, primavera a primavera..

Tal vez haya otros abrazos. Pero ninguno igual a este. Ninguno tiene la potencia de la semilla creadora de la vida. Ninguno es capaz de transmutar la poesía y la caricia, en un ruidoso pedacito de carne, que con su llegada se hace cargo del mundo y será el dueño de la mañana siguiente.

La mujer enaltecida en el amor. El hombre lanzado por el romance a la épica o a la lírica.

El hombre y la mujer. La consagración del misterio. El inacabable devenir, que fluye entre los pliegues de la razón absorta frente al poder del corazón desatado. Cuando no hay silogismos ni tablas ni ecuaciones, que puedan encerrar el poder mágico del misterio sin conjuro conocido. Cuando el ser de las cosas, es razón suficiente y no precisa argumentos positivos.

Misterio que eslabona generaciones desde el principio del mundo y cuya flecha apunta hacia el horizonte, donde lo diferente cabe en el otro, como un suave guante gamuzado.

El cuerpo es metáfora generosa de la entrega y de la espera, del amor que no es espejo, sino cristal de aumento que acerca a la galaxia cordial.

Diálogo íntimo, donde el sentido de la vida se manifiesta, y en cuyo vaivén la trascendencia desborda el racionalismo positivista y se levanta hasta las alturas de la fe.

Ella y yo somos distintos. Nosotros sabemos cuan distintos somos. Y esa es la riqueza de nuestra relación. Como en el Ying Yang, cada uno es uno y también es el otro. En medio de la forma blanca, hay un punto negro. Y también en medio de la forma negra, hay un punto blanco. Por eso se complementan armónicamente, en una danza espiralada.

Así, unidos por la diferencia, que eslabona con fuerza la unidad, elevamos nuestra oración al Principio Creador del Universo y no resignamos por eso nuestra humanidad plena, sino que reconocemos la enorme complejidad y grandeza de nuestra condición humana.

Buenos Aires, noviembre 10 de 2021

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