Harto
ya de estar harto, ya me cansé
De
preguntar al mundo por qué y por qué
JMS
Hugo Oscar Ambrosi
Mayo 29 de 2022
22
de febrero de 2022. Se cumplieron 10 años de la tragedia de once.
52 muertos y casi 800 heridos. Juicios sin consecuencias.
La impunidad al palo.
22
de febrero de 2022. Ardía Corrientes. El fuego consumió implacablemente la provincia histórica. Como les gusta decir a sus
hijos, Corrientes siempre ayudo a la Argentina. Pero este año,
qué empezó con fuego, nadie atendió los teléfonos que sonaban en
los despachos oficiales. Se desató el infierno más temido y la
respuesta fue: “ ¡Arréglense como puedan!”
En
coloridos noticieros de pulcros canales de televisión, se
alzan coros de voces en lamentaciones y reclamos. Especialistas en
hurgar en las heridas, viviseccionan en directo el corazón
dolorido de la sociedad. Con cuestionarios implacables indagan
hasta que sangra. Una especie de fatalismo estéril atraviesa
los medios de comunicación y decanta en una actitud nihilista,
casi siempre muy próxima al cinismo.
Las
últimas elecciones legislativas dieron un buen resultado a los
partidos que se dicen de la oposición. Aclaran que son la
oposición responsable. Observando su conducta desde entonces, cuesta
creer que hayan ganado.
Se
dicen defensores de la institucionalidad y lo que consiguen es
fortalecer el status quo. La consolidación de un estado
de cosas, de un orden pervertido dirigido al beneficio de
un grupo o banda, de la casta que comparte y monopoliza la
política, los cargos y las cajas.
el
primer mandamiento de los protectores de la institucionalidad dice:
Bajo ningún concepto dejarás de pagar los impuestos, porque con los
impuestos tenemos los planes, y con los planes tenemos los votos y
con los votos creamos los impuestos y así hasta el infinito y más
allá.
Un
geómetra morboso ha dibujado el diagrama recurrente, en el que
estamos encerrados. Todo el trabajo y todo el esfuerzo es esquilmado
por múltiples bombas tributarias. Con esos recursos se
reclutan personas que son enroladas la furia piquetera de cada día,
y tributan su compromiso planero en las urnas, cada tanto.
A
pesar de su iracundia, de su agresividad y prepotencia,
los piqueteros merecen nuestra compasión. Ellos han sido
despojados y sumidos en un estado de necesidad que los hace frágiles
y vulnerables.
Las
herramientas para quitarles perspectivas y ambiciones han sido en
primer lugar, dejarlos sin trabajo y hundirlos en la pobreza,
encadenarlos con ayudas fuertemente condicionadas y convertirlos en
fuerza de choque e Invasores urbanos.
Ya
sumergidos en la miseria material y emocional, todo es más fácil.
Se los puede despojar también de la escuela, de la seguridad física
y de una salud protegida. Transitando este camino solo resta el tiro
del final.
El
sistema necesita un reaseguro, con capacidad autónoma de control y
disciplinamiento. Eso se logra dejando actuar a los narcos,
especialistas en someter personas. Con su complicidad y la acción de
la droga deteriorando mental y físicamente, para no mencionar
solamente los aspectos sociales, el mecanismo queda armado y
aceitado para funcionar indefinidamente… ¡y lo estamos
viendo !
El
país se quema. Ardemos en un infierno creado, con inteligente
perversión, cuyos círculos darian envidia al mismo Dante. Las
chispas de ese infierno están quemando Corrientes. En otro círculo
está la martirizada Rosario. Y podemos encontrar para cada rincón
del país un círculo sin Dios, donde sufren en alguno de los 9
infiernos dantescos.
Ahora
resulta que aquella Argentina gloriosa a la que Darío le dedicó
maravillado su canto, es solo cenizas, barrida por el fuego histórico
de los malos pasos que ha dado tras engañosas quimeras y alucinadas
visiones de felicidad a precio de liquidación.
Cambalache
fuimos para Discépolo que hace casi 90 años nos sentenció:
Pero
que el siglo 20 es un despliegue
De
maldad insolente, ya no hay quien lo niegue
Vivimos
revolca'os en un merengue
Y,
en el mismo lodo, todos manosea'os
Y
todavía no había llegado lo peor. La preocupada defensa de los
derechos del hombre, cristalizada en la Declaración Universal
en 1948, tuvo en estas orillas atentas, un reflejo pretencioso y
estéril, en la Constitución de 1949. En sus páginas se
imprimieron, con ligereza y ánimo discriminatorio, derechos a
derecha e izquierda. Derechos de los viejos y de los niños, de las
madres y de los trabajadores, sin otro sostén que una retórica
banal. y así fue como rápidamente se abrió una grieta “entre el
dicho y el hecho”.
Esos
derechos fueron sacrificados en el altar de la épica peronista.
Porque fallaron justamente en los derechos básicos, los que igualan
a todos los ciudadanos de una república, que se resumen en el
comienzo del artículo 2 de la Declaración Universal:
Toda
persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma,
religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición.
No
podemos desconocer la influencia que recuperó la Iglesia a partir de
1930 y los avances que logró durante el peronismo, especialmente su
participación en la educación, no fueron desdeñables. Ese camino
toma nuevo impulso a comienzos del siglo XXI, con la participación
destacada de Bergoglio, que no disimula sus simpatías políticas, ni
aún cuando fue elegido Papa. La nación católica provee empuje al
pobrismo tan caro a los movimientos populistas, como engranaje
esencial en el esquema de reproducción del poder.
Conclusión
¿Cuál
es el final del hartazgo? ¿Qué hay después del agotamiento de
tantos insultos a la inteligencia? ¿Cómo se reacciona frente a
tanta violencia, a tanto desvarío, a tanta grosería y barbarie? ¿
Cuando la dignidad se conculca y quedamos expuestos a la prepotencia
guaranga?
Estar
indignado, es el estado que produce el despojo de la dignidad. Frente
a tamaña afrenta, que hiere lo más profundo de la condición
humana, la reacción debe ser determinada y contundente. Porque no
hay razón, ningún motivo es válido para aceptar la humillación y
el sometimiento. Es intolerable, y no hay ninguna institución
en una república que esté por encima de la dignidad de los
ciudadanos.
Es
el momento del grito, visceral y potente, que resuene en todos los
rincones de la Patria. Un sonoro grito cuya voz hace eco en nuestras
gigantescas montañas, recorre la ubérrima pampa, agita la fronda de
nuestros montes y selvas y llevada por el viento patagónico, se
expanda por nuestro inmenso Mar Argentino.
Ese
¡BASTA! exigido por millones de gargantas argentinas, orgullosas de
nuestra épica historia, será escuchado por todo el continente,
aquel en el que supo campear el coraje argentino, fraternal en
defensa de la libertad. Tendrá que cruzar el océano y llevar al
mundo la noticia de que los argentinos han despertado, como reclamaba
Mallea. Que hay argentinos insomnes, desvelados que han logrado la proeza de romper el sortilegio y han encontrado, una vez más, en
medio de la noche más oscura, la inspiración, la fortaleza y la
confianza en los valores eternos de la Patría y están dispuestos a
pelear por ellos.
¡BASTA
DE MENTIRAS, DE PERSECUCIONES, DE AGRESIONES GUARANGAS A
LA HISTORIA!
¡BASTA
DE PROMESAS INCUMPLIBLES, DE SEMBRAR LA DIVISIÓN Y ENFRENTARNOS POR
MEZQUINDADES!
¡BASTA
DE TRAMPAS, DE PILLAJE, DE PANDILLAS ENCARAMADAS EN EL PODER!
¡LA
PATRIA ESTÁ DE VUELTA! ¡VIVA LA PATRIA!