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10 julio 2016

El oscilante devenir de las estadísticas públicas

Una corriente subterránea fluye a través de nuestra historia. Una extraña y silenciosa corriente. Que emerge y se oculta, según pasa el tiempo.
Como una cofradía va pasando de generación a generación el alto compromiso. Muchas veces inadvertidos, otras veces perseguidos, persisten en su trabajo. ¿Quiénes son? ¿Que buscan? ¿Cuál es su designio?
Tan pronto como en los días inaugurales de 1810, los encontramos batallando: Moreno manda hacer un censo, el 7 de agosto de 1810, cuando tantas eran las otras demandas que debía enfrentar la Junta.
A lo largo de los años esa corriente siguió bregando. En 1813 la Asamblea ordena nuevamente que se haga el Censo. En los reglamentos constitucionales de la primera década y la Constitución de 1819 reconocían la necesidad del Censo General para arreglar la representación general.
Se destaca en ese periodo el verano de 1821/22, cuando Rivadavia toma la posta y plasma un conjunto de leyes, en cuyos fundamentos encontramos material que hoy sigue teniendo plena vigencia. La Constitución de 1826 también lo establece y fija una periodicidad de 8 años para su renovación.
También Rosas se suma a esa voluntad enumerativa durante su gobierno.
Sin embargo, ninguna iniciativa dio sus frutos. Así se llega hasta Caseros y el derrocamiento de Rosas. La Confederación, con capital en Paraná, ordena la realización de un Censo en 1857, cuyos resultados incompletos prolongan la serie de expresiones de deseos no cumplidos. En Estados Unidos en 1850 ya se había cumplido disciplinadamente con la norma constitucional 7 veces.
El tesonero machacar para tener estadísticas, se corre hacia la educación. Mitre se hace cargo de la primera cátedra de Estadística, en 1852, y rápidamente termina con el exilio del profesor. Tal vez fue la primera, pero de ninguna manera la última vez que se acalla al mensajero.
Habían pasado 50 años desde mayo de 1810, y el país todavía no había contado su población, de manera ordenada y completa. En 1857 el Gobierno de Paraná solo se pudo relevar 8 provincias. En 1860, con esos datos y otra información, Martin de Moussy hace una estimación y según su cuenta éramos 1.210.000 habitante
A través de décadas la misma voz clamando una y otra vez, por el imperio del metro y la balanza. Desde el país profundo, se levanta, aún hoy, el reclamo para que la argumentación abandone los meandros de la vieja retórica y entre a pleno en el mundo de los hechos verificables.
¿Y en la superficie? Allí se exhibe por defecto, el despliegue visual de mensajes compactos, mientras el discurso verbal y razonable es un campo de lucha, con “palabras como puños” o insidiosamente pervertidas.
Al foro concurre una galería diversa en sus orígenes, pero convergente en su condición de maestros de la dialéctica y acrobáticos polemistas. Su discurso es un campo de lucha verbal, donde los hechos solo entran por necesidades decorativas, como partenaires, y bajo su influencia, el razonamiento se vuelve muchas veces sofisticado, arrasado por el impulso de ganar, de una manera o de otra.
Esa tendencia, que atravesó el tiempo y llenó el aire de proclamas y grandes bandos, fue desafiada por la advocación que hizo Ortega cuando nos reclamó: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!”
La experiencia de los últimos 12 años, ha sido la culminación de esa dualidad esencial que nos atraviesa. Por un lado, el discurso, imaginario y agresivo, capaz de negar el sol, ¡tapándolo con un dedo! Por el otro, un sistema de observación y registro, llamado estadísticas públicas, desmantelado y falseado. Y como resultante, una sociedad dividida, incapaz de resolver la grieta que la separa, negándose a aceptar la realidad como denominador común y manteniéndose fiel al ilusionismo verbal.
Tan grande es el desconcierto, que en el frenesí de hacer como que sí, es decir, de hacer sin creer que debe ser hecho por razones de fondo, el Censo del año 2010 infringe la Constitución. El Censo de ese año viola los términos de la Carta Magna, que ordena un plazo no menor a 10 años entre un censo y otro (Art. 47 de la Constitución Nacional: “…pero este censo sólo podrá renovarse cada diez años”) 
En consecuencia, no será válido utilizarlo para regular la representación parlamentaria, porque es inconstitucional.
En esta fecha tan emblemática, hagamos votos para que las estadísticas públicas dejen de considerarse como la fábrica de ilustraciones para decorar el relato y se conviertan en brújula que guie el rumbo del gobierno y de la sociedad.
Para terminar, parece oportuno agregar lo que decía Ortega a continuación de su advocación:

 “Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal".

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