Dentro de pocos días
se cumplirá un nuevo aniversario del nacimiento del Profesor Dieulefait. Y como sucede desde hace años, el 27 de julio
celebraremos el Día del Estadístico Argentino. Personalmente creo que es de
estricta justicia y una forma de seguir abrevando en su figura como fuente de
inspiración y fortaleza.
Estaba en mi escritorio dándole vueltas al asunto de la
estadística y su naturaleza escurridiza y omnipresente. Durante horas había
estado reflexionando sobre las dificultades y tropiezos que se resumen en la
decadencia del INDEC.
…
Cuando abro los ojos
me veo caminando por Bvrd Oroño, un viernes a la tarde, poco antes de las 6. Desde
la esquina de Tres de Febrero avanza, con su traje cruzado, su chambergo y el
infaltable portafolios de cuero, “Don Carlos”, como le decíamos ya por
entonces. Eran los finales de la década del 60 y él traía sobre sí una larga
historia, en cuyos comienzos ocupa un lugar destacado la temprana publicación de
los Principios Filosóficos de la Estadística. Temprano para él y temprano
también para la estadística.
–Don Carlos, me alegra
verlo. ¿Qué tal el viaje? – lo saludo llegando a la puerta de la Facultad.
–¿Sabes algo? –
pregunta mientras subimos los escalones de la entrada. – Siempre me resultó extraño
el olor de esta casa – se contesta, sin esperar comentarios. Como tantas otras
veces, no avanza más que hasta ahí, y deja la cuestión picando.
No puedo imaginarme la
naturaleza de sus sentimientos. Sin embargo, sí me impresiona pensar que ha
venido tantos años a esta casa, ha vivido tanto dentro de estos muros, que uno
esperaría que le fueran familiares, pero no extraños. Es inevitable que el silencio se instale en
nuestra conversación.
–¿Cómo andan tus
cosas? – dice con su proverbial gesto de interés, volviéndose a mirarme –¿Estás
trabajando en la tesis? – pregunta y marca el foco inicial de su interés.
Hablamos un rato de mi
trabajo y quedamos en reunirnos en su casa de calle Moreno.
Cuando llegamos al 2°
piso, entra en el Instituto de Estadística, para preparar su clase, un ritual
que mantiene a través de los años, con la misma concentrada preocupación.
Me voy al bar y pido
un cortado, mientras repaso mentalmente la trayectoria del hombre a quien
escuchare una vez más con admiración y cariño.
Fue alumno, en la Escuela
Industrial que diseñara ese otro gran maestro que fue el Ing. Otto Krause. Ya en
la Universidad fue protagonista de la reforma, y como tal lo recibió Irigoyen,
con palabras que comprometieron en el muchacho la vida del hombre. En 1924 publica en la Revista de Filosofía
“Las matemáticas y la lógica” y en 1927 “Principios filosóficos de la
Estadística”. Una especie de declaración de principios para su futuro batallar.
Sigo recordando. El
año 1930 organiza el Gabinete de Estadística, que el 24 de octubre de 1932 se
convierte en Instituto de la Facultad de Ciencias Económicas, de la Universidad
del Litoral.
La década del 30 fue
de gran producción científica para él. Así llega a ser conocido como el Pearson
Americano. El Presidente Justo le facilita, entre 1934 y 1936, su asistencia a
la Sorbona. En Italia, Gran Bretaña y Alemania también alterna con los hombres
que están haciendo del siglo XX, el siglo de la Estadística. Es incorporado a
las principales organizaciones profesionales y científicas internacionales, como
el Instituto Internacional de Estadística de La
Haya, la Sociedad de Estadística de París. Distinguidos matemáticos y
estadísticos le brindan su amistad.
Preocupado desde
siempre por las cuestiones de interés público, que ya manifestara en ocasión de
la discusión sobre el cierre de la Caja de Conversión, lo llevan en 1936 a
publicar “Estadística Censal y Estadística Administrativa Argentinas” con el
objeto de llamar la atención y aportar razones para la realización del demorado
4° Censo General y, junto con eso, abogar por la impostergable organización del
servicio estadístico nacional. Cuestión que 80 años después sigue pendiente en
nuestro país.
En 1940 participa de
la creación del IASI, dando comienzo a un intenso trabajo de fomento y
desarrollo de la estadística en el continente. Entre sus tareas debe destacarse
la BIETA, que constituyo el primer cuerpo de literatura estadística en español.
Posteriormente estuvo
a cargo del Consejo Nacional de Estadística y Censos, en 1946, siendo nombrado
Director Nacional de Investigaciones Estadísticas y Censos el 20 de agosto de
1946. Eso ocurrió después que el pedido de asesoramiento que hizo Perón a EEUU,
fue contestado señalando que en la calle Pueyrredón de Rosario estaba uno de
los mayores expertos del mundo.
Al año siguiente presenta en el Primer Congreso Interamericano
de Estadística con el Dr. Guye el proyecto de planes de estudios para altos
técnicos estadísticos, que sirvió para la creación en 1948 de la carrera de Estadístico
en la Universidad del Litoral, primera carrera universitaria de Estadística en
lengua española. Esa obra fue la culminación de una intensa labor de 3 décadas,
con un espíritu que Dieulefait le reconocía a Augusta Teixeira de Brasil y que
a el le cabe con pleno derecho. Fue un apóstol de la Estadística.
La década siguiente lo
vio ingresar como Miembro Honorario de la Real Sociedad de
Estadística de Londres, presidió la
Sesión de Estadística Matemática de la Conferencia Internacional de Estadística
en Roma y también a Sesión de Estadística Metodológica de la Conferencia
Internacional de Estadística en Petrópolis.
Miembro Titular y ex –Vicepresidente de la Unión Internacional para
los Estudios Científicos de la Población, Miembro
Honorario del Congreso Demográfico de México, Miembro correspondiente a la
Sociedad Francesa de Investigación Operativa, Editor para toda América Latina
de la Revista de Publicaciones Estadísticas Internacionales, Métodos y
Principios. La lista es interminable. Es la labor de un titán polifacético. Un
hombre del Renacimiento entre nosotros.
–¿Dónde se da Inferencia?
– escucho una voz ansiosa a mi lado–No encuentro a San Juan…– es la explicación
de la inoportuna voz.
–En el aula G– respondo
volviendo de mi ensoñación.
…
Regreso a este particular momento, a este ahora tan circunstancial y
relativo como el cortado en la cafetería, que termino de dejar frio y sin
azúcar, allá en el tiempo.
Instintivamente reviso lo que estaba haciendo y entonces me doy cuenta.
Hay un hilo conductor en la vocación docente de Dieulefait, que multiplica el
valor de su enseñanza. Ese hilo pasa, sin lugar a dudas, por su fuerte
identificación con una innata condición de maestro.
Pero la tensión del hilo la da su excepcional capacidad para lo que él
llamaba la “enseñanza anticipada”.
Hablaba de cosas, métodos, problemas, que estaban recién ocurriendo o,
más aún, que podrían ocurrir. Lo escuchábamos en esos momentos sorprendidos,
sin entender (lo que era de esperar) y algunos turbados por esas salidas del
“Viejo”. Y allí terminaba. Seguíamos
entonces viéndolo desplegar con su letra redonda y prolija, las fórmulas
encantadas con las que apresaba el vacilar aleatorio y contenía la pluralidad
de los datos, en la síntesis armoniosa de las leyes de la probabilidad.
Pero no era su intención darnos un recreo, un instante lúdico en medio
del rigor de sus demostraciones. Eso lo hacía cuando se filtraba el poeta que
había en él y discutía con Neruda, o cuando recitaba de memoria el comienzo del
Facundo:” ¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el
ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida
secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble
pueblo!”
Nada lo decía por decir o por llenar el tiempo o por
entretener. Siempre hacia pensar.
Actuaba como un prudente padre que fue depositando un
capital que nos diera una renta vitalicia, disponible para cobrarla cuando
fuera necesario.
Quiero darle las gracias por todo lo que nos enseñó en forma anticipada.
Consciente de que no lo entenderíamos plenamente. Ni tampoco a medias. Pero
sembraba semillas que cuando un día tuvimos que hacer frente a algún problema
venían a nosotros recuerdos, que nos hacían parecer familiares cuestiones que
de ninguna manera lo eran. Un mágico “deja vu” que nos volvía a reunir con él,
como aquellas mañanas de sábado en la cafetería.
En mis recuerdos de esas enseñanzas resaltan su descripción geométrica
de los modelos lineales, el impactante planteo del teorema de Bayes como la
auténtica llave del razonamiento estadístico, su admiración por el método de
Montecarlo, antes de que las computadoras personales lo pusieran al alcance de
la mano. También supo introducirnos en el mundo de la teoría de los juegos y de
la toma de decisiones. Sin olvidar su vívida descripción del palpitar de los átomos,
debajo de la apariencia compacta del mundo que nos rodea. Base de la naturaleza
aleatoria del mundo.
–Aaahh! ¡De eso nos estaba hablando Dieulefait…, aquel sábado a la
mañana…! – brotaba la expresión cada vez
que alguno caía en la cuenta de que había llevado durante años en la mochila,
la herramienta, el concepto, la palabra, que ayudan a superar dudas y
dificultades.
Finalmente hizo algo más por nosotros, nos dio confianza en nuestra
identidad. Gracias a él sentimos que éramos Estadísticos, los profesionales de
los datos y el azar, preparados para internarnos en territorios donde hay que
trazar los primeros mapas, en ámbitos donde la incertidumbre campea libremente,
en momentos de decisión impostergables, cuando la escasez de evidencia desafía
el ánimo.
Siempre destacó la indelegable responsabilidad del Estadístico en la
interpretación de los resultados y en las conclusiones de los estudios. Siempre
consideró con un enorme aprecio el trabajo de los productores de información en
las oficinas de Estadística del Estado.
Y vuelvo a percibir el deja vu cuando retomo mis reflexiones sobre las
estadísticas públicas. Mientras vuelvo lentamente al presente y a sus renovados
desafíos, resuena en mis oídos su frase, dicha en un lejano Coloquio de la SAE:
La Estadística tiene sus
complejos Teoremas a desarrollar en las pizarras de las aulas, pero tiene
también compromisos e inalienables deberes frente a la medición y cotejo de
decisiones...