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21 mayo 2021

CONTRA LA EVIDENCIA


La función de la crítica debería 

consistir en mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es, 

y no en mostrar qué significa.

A.Sontag. "Contra la interpretación"


La pandemia, y su correlato la cuarentena, producen los más diversos e inesperados efectos.

Entre ellos podemos observar en estas últimas semanas un vuelco del discurso en los medios, así como entre los profesionales y políticos involucrados, hacia el empleo reiterado insistentemente de términos como datos, evidencia, y tal vez lo más llamativo, una convocatoria constante al recurso estadístico.

En un país que tolero los atropellos al INDEC durante casi 9 años, parece que ha hecho falta el espanto de la muerte rondando por las calles, para que asome un interés por los registros del tortuoso camino que va trazando el virus entre nosotros, con su secuela de UTI'S y respiradores, recorrido por los pacientes, demasiados de los cuales resultaron finalmente llorados por amigos y parientes.

Vemos también qué ese "recurso a la evidencia", en la mayoría de los casos sólo conduce a ún impreciso balbuceo, que confunde y al confundir aumenta la incertidumbre reinante, la desconfianza creciente y el temor paralizante resultado de la ausencia de estrategias,  procedimientos, decisiones y acciones eficaces y claras, que debieran de haberse seguido para que el tránsito del tiempo hubiera demostrado que los que están a cargo poseian la capacidad de aprender y de corregir sus errores. 

Eso no ha pasado y, por el contrario, se han ido sumando casos de mala praxis,  que no sólo han producido un daño directo, sino que han dañado la credibilidad pública y la confianza de los ciudadanos.

El pésimo manejo de la información, su elaboración de dudosa calidad, y las trasnochadas interpretaciones que se hacen de ella, desnudan la cruda realidad que se manifiesta en la profunda ignorancia que padece la sociedad, en la incultura estadística que limita el aprovechamiento de las ventajas que ofrece hoy la sociedad de la información.

El analfabetismo estadístico reinante, es propicio y facilita el desarrollo de formas morbosas de cuantificación de la realidad. Esto no quiere decir que todos deben ser peritos en el manejo del entramado matemático que sostiene el trabajo estadístico. De ninguna manera eso es necesario, como ocurre con otras actividades en las cuales el experto proporciona recursos y propone rumbos, los cuales son evaluados por los interesados en términos de costos y beneficios por un lado, y de preferencias y valores por otro.

Lo que sí es inevitable es que el proceso de diseño y producción de los datos sea ejecutado con el más alto grado de profesionalismo posible. No hay lugar para la improvisación ni para las soluciones caseras. Mucho menos cuando como en este caso se trata de asuntos de vida o muerte. 

Como ejemplo de lo anteriormente dicho basta considerar qué pasa simplemente con un concepto, que es central en toda la arquitectura de la información epidemiológica. Para eso debemos responder a la pregunta. ¿Qué es un caso?

De la respuesta queremos a ese interrogante surgirán las condiciones y los criterios que permiten identificar en primer lugar los casos y en consecuencia surge la posibilidad de contarlos. Es fácil y claro determinar qué es un caso? No existe un margen de duda en el diagnóstico, como en tantas situaciones que la experiencia revela? 

Ese margen de incertidumbre puede ser mayor o menor, según la calidad con que se identifiquen las características que hacen de un paciente dado un caso de covid-19. Esa calidad dependerá de los criterios adoptados, de los procedimientos para llevarlos a cabo, de la capacitación y las condiciones de trabajo de quien los aplique, y de la ausencia de interferencias o incentivos positivos o negativos.

Pero los casos no son la única fuente de dudas entre los datos difundidos. 

 La cantidad de fallecidos también abre un interrogante que exige poner en claro cuando una muerte puede atribuirse al covid-19. 

La asignación de la causa de muerte debe hacerse siguiendo una secuencia que distingue y ordena las dolencias que aquejaron al fallecido, determinando cuál le provocó la muerte 

Basta observar las tablas de resultados para reconocer que dicha operación, en el proceso normal de certificación de la causa de muerte,  adolece de reconocidas deficiencias, que desde causas englobadas en la categoría Otras, o la atribución causal a la causa final, por ejemplo paro cardíaco. 

No hay razones para pensar que ante un proceso masivo no se estén reproduciendo mutiplicadas esas fallas habituales.

Por otro lado, estamos habituados a conocer las estadísticas vitales (nacimientos y defunciones) con un año de demora respecto al final del fin del  período de referencia. Eso significa que muchos hechos son registrados con posterioridad a la fecha de ocurrencia. 

Con la pandemia nos ofrecen información diaria, de todo el país. Resulta difícil  creer que todos los hechos sean comunicados en forma inmediata, lo que supone imaginar que lo que normalmente no se completa en meses, ahora se cumpla rigurosamente, en un país tan extenso y desigual como el nuestro. 

Sería muy útil que siempre se  clasificar a los casos por fecha de ocurrencia, para darle sentido a las comparaciones temporales de los resultados.

El breve repaso anterior, señala la falta de un diseño metodológico estricto, que evite distorsiones en los datos y mantenga la información decisional bajo control. 

Pero además hay otro aspecto que no es tan notorio, pero que en buena medida puede agravar las fallas anteriores. Un sistema estadístico de recolección y procesamiento de datos, debe administrarse bajo reglas metodológicas y organizativas claras y comunes. No es conveniente improvisar una red  de datos, sobre la base de organizaciones que tienen otros propósitos, y capacidades, que frecuentemente no son compatibles con la de los órganos estadísticos, técnicamente calificados.

En relación con lo anterior, no sé puede dejar de observar la falta de protagonismo del INDEC. Resulta llamativo que ese Instituto, que nuclea a un importante número de profesionales y técnicos experimentados en los diversos sectores de la sociedad, no haya liderado el manejo de la información  en un proceso tan complejo como el que desencadenó la pandemia y subsecuentemente la cuarentena.

Es un claro desperdicio.y una peligrosa estrategia no emplear los recursos disponibles y sustituirlos por organizaciones informales. 

Con respeto al INDEC su papel durante la pandemia se ve descalificado por la manifiesta incapacidad de realizar el Censo de Poblacipon, ordenado por la constitución y de indiscutible importancia bajo las circunstancias vividas.

La desvalorización de la información estadística y el descuido de los organismos estadísticos, deja al descubierto qué sigue imperando en el ánimo de la dirigencia social una penosa indiferencia, como si la vergonzosa experiencia de los años 2007 a 2015, hubiera sentado bases y siguiera pervirtiendo la capacidad estadística del país..

Todo se agrava cuando vemos que los muertos suman miles, las vacunas se destacan no solo por su escasez, sino por la falta de vergüenza de los vivos que se saltan la cola y por la épica armada Brancaleone que líquida viáticos para traerlas de la Rusia lejana.

Los vacunatorios VIP y la desprotección general recuerdan la  mirada descarnada de Discepolo:..

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor

Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador

Todo es igual, nada es mejor

Lo mismo un burro que un gran profesor .


Hugo Oscar Ambrosi

Buenos  Aires, mayo 14 de 2021

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