Bache cero, la meta a alcanzar. ¡Pobres a bordo!

Loable el propósito del Lord Mayor de Buenos Aires, como le debe gustar ser nominado, después de sus andanzas por la aristocrática Albión, loable, digo, el propósito declarado de terminar con los pozos de Buenos Aires.
Caminaba esta mañana por Pueyrredòn hacia Santa Fe, observando entre nostálgico y distante su acelerado lanzamiento hacia el régimen de doble mano, con el cual entramos en una fase de "¡sálvese quien pueda!". Iba cavilando en esas cosas, cuando de repente antes de llegar a Santa Fe, tuve que maniobrar con otros viandantes, porque la mitad de la vereda está ocupada, como todos los días, desde hace no se cuanto meses o años, por una mujer de la calle, como se dice ahora, eufemísticamente. Como si ser de la calle fuera una pertenencia efectiva y no la simple y fatal perdida de toda pertenencia. En la vereda de enfrente, un hombre joven y flaco, muy flaco, clama por un café con leche, confesando su hambre, como si se abriera la venas. Las venas abiertas de América latina.
Antes éramos mas sinceros con los nombres: pordioseros, mendigos, limosneros. Mendigar una limosna, por amor a Dios, esa era su vida.¿Y ahora qué?. Están salvados. Son de la calle.
De la calle que ahora no va tener baches. Que va a estar  prolija y planchadita, como aquella niña negra, almidonada y coqueta, del romance de Luis Canè.
O sea que les van arreglar su casa, la calle, su casa.
Para que sigan estando, yéndose lentamente, dejando su lugar a otros que vienen, que están creciendo en los subtes de Buenos Aires. Está bueno, Buenos aires, ¿no?
Pero seguramente que es un problema de jurisdicciones. Los pobres son nacionales. Como eran los fortineros en su tiempo. ¿O son municipales?. Porque la neo-provincia no los reclama para nada. Y la municipalidad ya no existe. Lo que queda es la calle. Son territoriales. Y ahí están y ahí se quedan.
¡Cuidado no los pisen!