Estoy siguiendo atentamente los anuncios del Gobierno electo. Pongo especial atención a todas las referencias que se van haciendo a las necesidades de información, y al daño infligido al sistema estadístico especialmente a partir de enero de 2007, culminando un proceso que había comenzado antes.
Las autoridades electas señalan repetidamente la necesidad de reconstruir la confianza y mejorar las relaciones personales que fueron especialmente perturbadas por la acción consciente del gobierno saliente. Ese paso es imprescindible para alcanzar un clima de cooperación que permita afrontar los grandes desafíos que plantean la pobreza, el narcotráfico y el mejoramiento institucional.
El peor enemigo de la confianza es la mentira. Y el INDEC fue convertido en una fábrica de mentiras. La existencia de las estadísticas es “una cuestión de confianza” y padecen especialmente el ataque de las mentiras. La confianza sostiene la credibilidad y esta permite el uso compartido de la información, como base de negociaciones y acuerdos.
¿Qué hacer frente a las ruinas del viejo servicio estadístico? Ese servicio fue diseñado a fines de los 70, y además de responder a las condiciones tecnológicas y culturales de la época, tuvo la impronta política imperante entonces, más en la práctica que en la letra. Tuve la oportunidad de conversar entonces con los miembros de la comisión redactora integrada por los Profesores Bula, Dieulefait y Toranzos, que me distinguieron con su amistad. El espíritu que ellos quisieron insuflar al proyecto, careció de reaseguros institucionales y fue traicionado a lo largo de los años.
¿Vale la pena entonces querer reconstruir el INDEC sobre esas bases? El fuerte federalismo que debía prevalecer (CN art. 121) se fue diluyendo con el tiempo. La calificación profesional no tuvo respaldo en el organismo nacional que produjo el empobrecimiento técnico del servicio en su conjunto. Finalmente, y tal vez lo más grave, la falta de participación social en la estrategia de desarrollo estadístico, por la ausencia de un Consejo Nacional de Estadística, dejó al arbitrio del poder de turno en reiteradas ocasiones, el rumbo del servicio estadístico nacional.
Ese proceso, siguió un declive constante, a veces más rápido que otras, que llevó al derrumbe provocado en 2007.
Cuando la segunda guerra destruyo el aparato productivo de Alemania y de Japón, estos países lo reconstruyeron y naturalmente sus nuevas plantas fueron más modernas que las que tenían otros países que no habían sufrido el mismo daño. Eso les dio ventajas y progresaron rápidamente en el camino del crecimiento y desarrollo.
Creo que debemos tener el coraje de aprovechar la oportunidad de darnos un sistema acorde con el “estado del arte”. En los ’70 la era de la información apenas se insinuaba. Hoy estamos sumergidos plenamente en ella. Entonces no había computadoras personales y hoy vivimos en red, con teléfonos donde convergen todos los medios.
El gran desafío es arquitectónico. Hay que trazar los planos y levantar las estructuras que cobijen todos los recursos que sirvan para que la sociedad desarrolle sus actividades y los ciudadanos participen del gobierno de la misma. Una especie de Sagrada Familia de la modernidad. Una obra para construir a través de los tiempos, evolutiva, testimonial y educativa.
Volviendo a los pasos a dar, desde donde estamos, hacia el objetivo final, hay un aspecto básico que no he visto reflejado en ninguna declaración.
Se reconoce que la información esta desquiciada, que es necesario construir confianza, pero no se hace visible como entidad de poder al servicio estadístico. Para que quede claro, la cabeza de las Estadísticas, debe ser un Ministro, que participe de las reuniones de Gabinete.
Se habla de la autonomía del INDEC, que tal vez solo sirva para aislarlo de las decisiones, de su objetividad, que es una carga que excede los límites de lo técnico, de federalismo sin resolver las tensiones entre la autonomía fundacional y los vínculos virtuales. Se habla de datos pero no se habla de la habilidad para manejarlos. Se habla de profesionalización pero no se tienden puentes con el sistema educativo que acoplen la oferta y la demanda.
Es necesario dejar sentado desde el comienzo que el servicio estadístico, es del Estado. Involucra directa y fuertemente al Legislativo y al Ejecutivo. Debe estar anclado en esos dos poderes, como única forma de que sirva a la república federal desde las leyes, a través de la administración, con eficacia, eficiencia y economía de medios. Y derramando su acción a lo largo y lo ancho del país mediante organismos provinciales y municipales, que calibren su acción, a tono con las condiciones y demandas locales, sin perder, como en la banda de jazz, la capacidad de armonizar en el conjunto nacional.