Hace rato que estamos envueltos en una dialéctica estéril,
aprisionados por las trampas del lenguaje, limitados a un discurso
autorreferencial, narcisista y estéril.
Un creciente alejamiento de los hechos, de ”las cosas”, nos fue
dejando a merced de relatos ficcionales, cuya dinámica alucinante nos puso a
luchar contra espejismos y fantasmas, en una pesadilla recurrente. El relato
fue la culminación trastornada de ese estar fuera de sí.
Durante mucho tiempo hemos hecho de las palabras, la razón
de las opiniones. Casi no se encuentran referencias útiles, modestas,
cuantificables, desalojadas por una irreal discusión sobre la verdad.
Una política que se entretiene con ejercicios retóricos,
queda condenada a servir de incubadora a
sucesivos proyectos mesiánicos. Sus
practicantes, como grandes magos, señorean
en campaña, atacándose implacablemente. Se pasean de tribuna en tribuna,
autocomplacientes y ensimismados en sus arrobados ensueños de transmutación. La
fantasía del oro los embarga.
Y de pronto, aparece el Ingeniero. El hombre de la medida. Del metro y la plomada, del reloj y la balanza, de la brújula y el telescopio, del termómetro y otras cosas más, destinadas a descubrir cómo son las cosas. Con la curiosidad, los medios y la modestia de la ciencia.
Y de pronto, aparece el Ingeniero. El hombre de la medida. Del metro y la plomada, del reloj y la balanza, de la brújula y el telescopio, del termómetro y otras cosas más, destinadas a descubrir cómo son las cosas. Con la curiosidad, los medios y la modestia de la ciencia.
Y me alegra darle la bienvenida al Ingeniero. Siento que con
él no perderemos las utopías, sino que iremos en busca de ellas. Cada vez un
poco más cerca, las revoluciones se convertirán en proyectos, a los que habrá
que darles recursos y tiempo para que se conviertan en realidades. Y en el
camino en lugar de arrojarnos piedras, podremos darnos la mano para caminar
juntos.
Y no se trata de que el debate se degrade y pierda calidades
retóricas. Al contrario, en lugar de solamente cuidar la argumentación lógica y
blindarse contra embaucamientos y falacias, la experiencia aportará toda la
potencia de los datos. La multiplicidad de laboratorios y pruebas pondrá los
datos sobre la mesa, postulando no solo razones sino causas verificables,
sujetas a revisión y crítica.
"Todo en su medida y armoniosamente" fue una frase que el historiador Plutarco
en su texto Vidas Paralelas, adjudicó al principal estratega
ateniense Pericles.
Perón la utilizo en 1973. Su frase fue “Todo en su medida y
armoniosamente. Así llegaremos. No llegaremos por la lucha violenta: llegaremos
por la acción racional e inteligente realizada en su medida y armoniosamente”.
Para que la medida nos guie en la acción, pongamos en práctica
la provocativa frase que se atribuye a Deming:
Sólo creo en Dios, todos los demás ¡traigan datos!
Dr. Hugo Oscar Ambrosi
Estadistico