ARTÍCULOS DE OPINIÓN
Estadísticas: Jerarquizar a los funcionarios
Hugo Oscar Ambrosi*
Nunca dirigió el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) un profesional estadístico, a pesar de que en 1948 se creó en la Universidad del Litoral, en Rosario, la primera carrera universitaria de estadística entre los países que hablan español.
Eso ocurrió 20 años antes de que se sancionara la ley 17.622, aún vigente. Llama poderosamente la atención que se formen profesionales y después no se confíe en ellos para dirigir las áreas correspondientes. Qué pasaría si lo mismo ocurriera en el terreno de la ingeniería, medicina o abogacía.
Estamos en el comienzo de un proceso de reparación de las estadísticas públicas. Ha formado parte de las primeras declaraciones, la intención de reponer a los empleados que fueron perseguidos por el gobierno saliente. Eso es justo y merecen nuestro agradecimiento, porque mantuvieron viva la protesta. En esos términos se entiende la designación de Graciela Bevacqua como directora técnica.
Sin embargo, ¿qué se piensa hacer con los estadísticos, que nunca fueron considerados adecuados para tomar decisiones? No hablo de estadísticos que trabajaron en Indec, como yo mismo lo hice alguna vez. Ahí hubo muchos. Estoy hablando de ser número uno, de dirigir el barco, de empuñar el timón.
Tal vez ocurra que no tienen el "perfil político", que parece ser la clave para "hacerse cargo". Pero qué jóvenes van a querer comprometerse, añadiendo a su vocación profesional la vocación del servicio público, si no hay ningún camino que lleve al encuentro de las dos, si no hay modelos que se quieran emular. Ese círculo vicioso va alejando cada vez más las energías creativas y el entusiasmo de los jóvenes de un camino político, que se enriquecería con su aporte para que se pueda hablar de una nueva política, basada en la evidencia.
Es necesario poner a cargo a personas que tengan el oficio, que sepan que hacer. No que apliquen recetas, sino que tengan el método para resolver problemas en tiempo y lugar. Eso plantea el desafío de controlar su actividad, evitando la arbitrariedad que puede resultar de un saber especializado y exclusivo. Pero eso no lo vamos a descubrir viendo trabajar a los estadísticos. Eso es lo que hubo que hacer con los médicos, los abogados, los ingenieros y otras profesiones.
La vigilancia entre pares, el rigor de un código de ética y manuales de buenas prácticas son algunos instrumentos que aseguran que a partir de una formación adecuada y los exámenes de competencia correspondientes, alguien se pueda hacer cargo de la salud de los pacientes, de los intereses de los litigantes o de dictaminar en un juicio, de las obras públicas o privadas, por ejemplo.
Las identidades en nuestra época se diluyen. Pero los límites que se derriban, dan lugar a otros. Tal vez este cambio de piel que significa la época nueva que se anuncia, sirva para aprovechar una capacidad propicia para renovar relaciones y acuerdos. La contribución que la estadística puede hacer es crítica para que la renovación del discurso y el debate político. Los medios están, falta como suele decirse, la "decisión política", que confío que aparezca y convoque a quienes tiene que convocar.
¿CAMBIOS? Siguiendo atentamente los anuncios del gobierno electo, pongo especial atención a todas las referencias que se van haciendo a las necesidades de información, y al daño infligido al sistema estadístico especialmente a partir de enero de 2007, culminando un proceso que había comenzado antes.
Las autoridades electas señalan repetidamente la necesidad de reconstruir la confianza y mejorar las relaciones personales que fueron especialmente perturbadas por la acción consciente del gobierno saliente. Ese paso es imprescindible para alcanzar un clima de cooperación que permita afrontar los grandes desafíos que plantean la pobreza, el narcotráfico y el mejoramiento institucional.
El peor enemigo de la confianza es la mentira. Y el Indec fue convertido en una fábrica de mentiras. La existencia de las estadísticas es "una cuestión de confianza" y padecen especialmente el ataque de las mentiras. La confianza sostiene la credibilidad y esta permite el uso compartido de la información, como base de negociaciones y acuerdos.
¿Qué hacer frente a las ruinas del viejo servicio estadístico? Ese servicio fue diseñado a fines de los 70, y además de responder a las condiciones tecnológicas y culturales de la época, tuvo la impronta política imperante entonces, más en la práctica que en la letra. Tuve la oportunidad de conversar entonces con los miembros de la comisión redactora integrada por los profesores Bula, Dieulefait y Toranzos, que me distinguieron con su amistad. El espíritu que ellos quisieron insuflar al proyecto, careció de reaseguros institucionales y fue traicionado con los años.
¿Vale la pena entonces querer reconstruir el Indec sobre esas bases? El fuerte federalismo que debía prevalecer (Constitución Nacional art. 121) se fue diluyendo con el tiempo. La calificación profesional no tuvo respaldo en el organismo nacional que produjo el empobrecimiento técnico del servicio en su conjunto.
Finalmente, y tal vez lo más grave, la falta de participación social en la estrategia de desarrollo estadístico, por la ausencia de un Consejo Nacional de Estadística, dejó al arbitrio del poder de turno en reiteradas ocasiones, el rumbo del servicio estadístico nacional.
Ese proceso, siguió un declive constante, a veces más rápido que otras, que llevó al derrumbe provocado en 2007. Cuando la segunda guerra destruyo el aparato productivo de Alemania y de Japón, estos países lo reconstruyeron y naturalmente sus nuevas plantas fueron más modernas que las que tenían otros países que no habían sufrido el mismo daño. Eso les dio ventajas y progresaron rápidamente.
Creo que debemos tener el coraje de aprovechar la oportunidad de darnos un sistema acorde con el "estado del arte". En los 70 la era de la información apenas se insinuaba. Hoy estamos sumergidos plenamente en ella.
El gran desafío es arquitectónico. Hay que trazar los planos y levantar las estructuras que cobijen todos los recursos que sirvan para que la sociedad desarrolle sus actividades y los ciudadanos participen del gobierno de la misma. Una especie de "Sagrada Familia" de la modernidad. Una obra para construir a través de los tiempos, evolutiva, testimonial y educativa.
Volviendo a los pasos a dar, desde donde estamos, hacia el objetivo final, hay un aspecto básico que no he visto reflejado en ninguna declaración. Se reconoce que la información está desquiciada, que es necesario construir confianza, pero no se hace visible como entidad de poder al servicio estadístico. Para que quede claro, la cabeza de las estadísticas, debe ser un ministro, que participe de las reuniones de Gabinete.
Se habla de la autonomía del Indec, pero se ignoran los riesgos de aislarlo de las decisiones; se proclama su objetividad, excediendo los límites de lo técnico y neutralizando el juego dinámico de una sociedad diversa; se menciona el federalismo sin resolver las tensiones entre la autonomía y la necesaria convergencia en la virtualidad de los medios modernos. Se habla de datos pero no se habla de la habilidad para manejarlos. Se habla de profesionalización pero no se tienden puentes con el sistema educativo que acoplen la oferta y la demanda.
Es necesario dejar sentado que el servicio estadístico es del Estado. Involucra directa y fuertemente al Legislativo y al Ejecutivo. Debe estar anclado en esos dos poderes, como única forma de que sirva a la república federal desde las leyes, a través de la administración, con eficacia, eficiencia y economía de medios. Y derramando su acción a lo largo y lo ancho del país, a tono con las condiciones y demandas locales, sin perder, como en la banda de jazz, la capacidad de armonizar en el conjunto nacional.
*Socio del CPA.La Capital, 20-12-2015.