El texto siguiente fue
escrito por Humberto Maturana y firmado por los Premios Nacionales de Ciencias
de Chile, hace más de 20 años. Creo firmemente que deberíamos pensar de esa
forma en Argentina 2015, poniendo Argentina, donde dice Chile y argentinos donde
dice chilenos:
INVITACIÓN A CHILE
Chile es nuestro mundo y
será lo que nosotros hagamos de él, no tenemos otro. Pero ¿qué Chile queremos? Nuestros actos nos
revelan. Si todos queremos vivir realmente en una sociedad democrática, nuestros
actos cotidianos la construirán y Chile será una sociedad democrática. Si no lo hacemos así, la defensa de nuestras
ideologías, de nuestras posiciones
filosóficas o religiosas, nos cegará y nos llevará inevitablemente a conductas que validan el autoritarismo
y la dictadura.
El mundo en que vivimos es siempre y en todo momento
responsabilidad de nosotros. La convivencia
social se funda y se constituye en la aceptación, respeto y confianza mutuos, creando así un mundo común. Y en esa
aceptación, respeto y confianza mutuos se
constituye la libertad social. Esto es así porque la constitución biológica humana es la de un ser que vive en
el cooperar y compartir, de modo que la
pérdida de la convivencia social trae consigo enfermedad y sufrimiento.
La enfermedad de Chile es
el miedo a no tener capacidad de convivencia social. Es este miedo lo que nos lleva a la negación del otro, a
la intolerancia, a la desconfianza, a la
falta de reflexión, y a la aceptación del uso de la autoridad en vez de la conversación y el acuerdo como modos de
convivencia. Esa enfermedad da por resultado
el autoritarismo que surge en cada uno de nosotros con la pérdida de la confianza en nuestra capacidad de
convivencia democrática, o la obediencia y
sumisión a un designio impuesto y ajeno a la acción de nuestra reflexión.
Nosotros queremos
participar en la tarea cotidiana de hacer de Chile una sociedad democrática y recuperar así la libertad social.
Es decir, queremos participar en el proyecto
común de hacer de Chile una sociedad donde el abuso y la pobreza sean errores de convivencia que hay que
reconocer y corregir, y que se pueden
reconocer y corregir sin perder la libertad social. Las acciones que constituyen una sociedad democrática no
son la lucha por el poder ni la búsqueda de
una hegemonía ideológica, sino la cooperación que continuamente crea una comunidad donde los gobernantes
acepten ser criticados y eventualmente
cambiados cuando sus conductas se alejan del proyecto democrático con que fueron elegidos. De aquí
nuestra responsabilidad como chilenos; la
historia social de Chile la hacemos los chilenos.
Esta es una invitación a
que nos unamos, antes que nada, en el proyecto común de hacer de Chile una sociedad en la que las distintas
perspectivas políticas sean sólo distintas miradas en la cooperación por la
creación cotidiana de una sociedad capaz de
corregir el abuso y la pobreza. Una invitación a que ese propósito común sea lo que guíe nuestra convivencia; no
la sospecha, el miedo o las ansias
autoritarias de nadie.
En los meses próximos se
desencadenarán acontecimientos decisivos para el futuro de la nación, lo que representa una oportunidad
para que los chilenos ejerzamos el respeto
mutuo, la confianza, la conversación y la cooperación en la común causa democrática, más allá de las opciones
ideológicas o políticas de cada uno. Lo
importante no está allí, sino en nuestra decisión de crear desde ahora un Chile democrático.
En suma, invitamos a
declarar, públicamente, que nuestro propósito político a perpetuidad, como chilenos, es colaborar desde todas las
perspectivas ideológicas en la tarea
cotidiana de hacer de Chile una comunidad humana democrática. Invitamos a comprometernos a que ninguno de
nosotros intentará apropiarse de la verdad
política en la instalación de una dictadura ideológica, económica o religiosa. Compatriotas, este es el momento en que tenemos que
actuar. No tengamos miedo; si lo queremos,
podemos ahora incorporar la sensatez a la vida nacional y recuperar la dignidad de chilenos.
Fuente: Emociones y
lenguaje en educación y política. Ed. Dolmen