Nunca dirigió el INDEC un profesional estadístico, a pesar a
que en 1948 se creó en la Universidad del Litoral, en Rosario, la primera
carrera universitaria de Estadística, entre los países que hablan español.
Eso ocurrió 20 años antes de que se sancionara la ley 17622,
aún vigente. Llama poderosamente la atención que se formen profesionales y
después no se confíe en ellos para dirigir las áreas correspondientes. Pensemos
que pasaría si lo mismo ocurriera en el terreno de la ingeniería, de la medicina
o de la abogacía.
Estamos en el comienzo de
un proceso de reparación de las Estadísticas Publicas. Ha formado parte
de las primeras declaraciones, la intención de reponer a los empleados que
fueron perseguidos por el régimen establecido por las autoridades salientes.
Eso es justo y merecen nuestro agradecimiento, porque
mantuvieron viva la protesta, aun en medio de cierta naturalización e
indiferencia que permitieron la persistencia de una situación aberrante en un
país civilizado. En esos términos se entiende la designación de Graciela
Bevacqua como Directora Técnica.
Sin embargo, ¿qué se piensa hacer con los Estadísticos, que
nunca fueron considerados adecuados para tomar decisiones?
No estoy hablando de estadísticos que trabajaron en INDEC, como
yo mismo lo hice alguna vez. Ahí hubo muchos. Estoy hablando de ser número uno,
de dirigir el barco, de empuñar el timón.
Tal vez ocurra que no tienen el “perfil político”, que
parece ser la clave para “hacerse cargo”. Pero qué jóvenes van a querer
comprometerse, añadiendo a su vocación profesional el propósito, la vocación del
servicio público, si no hay ningún camino que lleve al encuentro de las dos, si
no hay modelos que se quieran emular.
Ese círculo vicioso va alejando cada vez más las energías creativas
y el entusiasmo de los jóvenes, de un camino político, que se enriquecería con
su aporte para que efectivamente se pueda hablar de una nueva política, basada en
la evidencia.
Como en todas la cosas, es necesario poner a cargo a
personas que tengan el oficio, que sepan que hacer. No que apliquen recetas,
sino que tengan el método para resolver
los problemas en sus propias circunstancias de tiempo y lugar.
Eso plantea el desafío de controlar su actividad, evitando
la arbitrariedad que puede resultar de un saber especializado y exclusivo. Pero eso no lo vamos a descubrir
viendo trabajar a los Estadísticos. Eso es lo que hubo que hacer con los
médicos, los abogados, los ingenieros y otras profesiones que se fueron
agregando con el tiempo.
La vigilancia entre pares, el rigor de un código de ética y
manuales de buenas prácticas son algunos instrumentos que aseguran que a partir
de una formación adecuada y los exámenes de competencia correspondientes, alguien
se pueda hacer cargo de la salud de los pacientes, de los intereses de los
litigantes o de dictaminar en un juicio, de las obras públicas o privadas, por
ejemplo.
Las identidades en nuestra época se diluyen, Los límites se
hacen borrosos. Pero los límites que se derriban, dan lugar a otros. Tal vez
este cambio de piel que significa la época nueva que se anuncia para nuestra
sociedad, sirva para aprovechar una
capacidad particularmente propicia para renovar las relaciones y los acuerdos.
La contribución que la Estadística puede hacer es crítica para que la renovación
del discurso y el debate político, de la participación y la representación ciudadana
nos lleven a entendernos mejor y tomar mejores decisiones.
Los medios están, falta como suele decirse en muchas
ocasiones, la “decisión política”, que confío que aparezca y convoque a quienes
tiene que convocar.